El interrogante sobre si la violencia en Bogotá es de origen biológico o social es objeto de estudio desde años atrás y hace referencia a un fenómeno intrincado y de múltiples dimensiones, el cual ha sido el centro de debate en diversos campos multidisciplinarios. Es fundamental abordar la violencia en la capital desde una perspectiva integral, que considere tanto los factores que varían dependiendo del contexto y las circunstancias individuales.
Por ejemplo, al observar los hechos violentos cometidos por parte de ciudadanos en la capital, se evidencia una problemática en aumento que se manifiesta de variadas formas y afecta a diferentes sectores de la sociedad, según el estudio “Bogotá Cómo Vamos” del 2023; dicha investigación se enfoca en evaluar la calidad de vida bogotana a partir de una serie de indicadores clave para entender la dinámica, el desarrollo y los desafíos que enfrenta la ciudad en áreas como la seguridad, la violencia doméstica y los delitos sexuales.
En uno de los apartes del estudio se analiza que en el periodo abordado se practicaron 5.046 exámenes médico-legales por delitos sexuales, la cifra más alta en los cuatro últimos años, lo que conduce a situaciones también alarmantes como los constantes casos de feminicidio y de asesinatos a infantes, en donde el 82% de las víctimas de delitos sexuales son personas menores de 18 años y en su mayoría mujeres. De la misma forma indica que el sicariato es la mayor causa de homicidios en la ciudad, y la policía metropolitana atiende de forma diaria más de 1.300 riñas y se registraron más de 15 mil casos de lesiones personales.
Además, una presencia continua de violencia en masa, desde los actos de matoneo en centros educativos hasta la destrucción de bienes públicos; el vandalismo en marchas; la intolerancia social y la resolución violenta de los conflictos privados y públicos infestan la convivencia; lo cual es una realidad transversal a la cotidianeidad y deriva en problemas recurrentes en la ciudad.
Es un problema que requiere inversión en programas de prevención y atención de la salud mental, reducir la desigualdad socioeconómica y promover la inclusión social, mejorar la seguridad ciudadana y fortalecer el sistema de justicia, e incentivar la educación y la cultura de paz…
Estos ejemplos demuestran la urgencia de abordar esta problemática. Entre las causas subyacentes de la violencia ciudadana en la capital se encuentran la ausencia de estrategias de seguridad efectivas; la pérdida o debilitamiento de la cultura ciudadana; las secuelas sociales y económicas de la pandemia; el incremento de la violencia para cometer delitos; los débiles protocolos para la recepción de denuncias, y la congestión judicial.
Ante esta situación, se confirma la necesidad de plantear soluciones de manera prioritaria, aunque no existe evidencia científica sólida que sugiera que la totalidad de la violencia en Bogotá sea de carácter biológico. Sin embargo, se ha observado que ciertas condiciones de salud mental o desequilibrios químicos en el cerebro pueden aumentar la predisposición e influir en el comportamiento violento y actitudes hostiles.
En cuanto la estructura social del fenómeno este tiene un papel preponderante en la violencia en las calles de Bogotá. Algunos factores que contribuyen a esto son la discriminación y desigualdad social y económica; la falta de oportunidades; la misma situación política actual; el consumo de drogas; el abuso del alcohol; la violencia estructural y una creciente generación y mutación de estructuras criminales en la capital; lo anterior está relacionado con un aumento en la agresividad y la violencia.
Como conclusión, se puede afirmar que la violencia en las calles bogotanas no puede atribuirse únicamente a factores biológicos o de estructura social, es una combinación de factores multidimensionales. Es un problema que requiere inversión en programas de prevención y atención de la salud mental, reducir la desigualdad socioeconómica y promover la inclusión social, mejorar la seguridad ciudadana y fortalecer el sistema de justicia, e incentivar la educación y la cultura de paz, con lo que se abordará tanto las causas biológicas como las sociales, mediante una evaluación y el ajuste continuo de las políticas públicas planteadas para su solución, y lo que requerirá un compromiso sostenido de todas las autoridades distritales con una amplia participación de la sociedad civil para que las acciones sean efectivas y con resultados concretos.
Publicada en: https://www.kienyke.com/columnista/jimmy-bedoya