El inicio del nuevo año es el momento oportuno para enfrentar nuevos retos. Uno de ellos es el relacionado con el mejoramiento de los indicadores de convivencia y seguridad ciudadana, en donde elementos básicos de la tolerancia y el arte de coexistir en armonía han desaparecido.
Nuestros padres y la gran mayoría de personas adultas en esta modernidad fueron educados bajo los parámetros de la urbanidad y el civismo, impartido como cátedra en los colegios donde recibieron su educación básica y media; comportamientos olvidados en esta época agobiada por las malas costumbres y la ilegalidad, transformando nuestra forma de vivir y convirtiendo las buenas maneras en acciones febles y añoranzas populares.
Ausencia de conciencia ciudadana que se ve reflejada en las cifras estadísticas al cierre del año 2018, en donde se presentaron 3.505 homicidios en riñas y 118.997 lesionados en circunstancias de intolerancia social en un sinnúmero de episodios de la vida cotidiana.
Los colombianos tendemos a resolver los más pequeños conflictos con el daño físico, con disparos, a puñal e incluso a garrotazos. Las desavenencias mal dirimidas se convierten en respuestas brutales y terminan en posteriores lesiones y hasta en muertes. Acciones negativas que ocupan espacios importantes en los titulares de los medios de comunicación en nuestro país, lo que hace pensar que la intolerancia y la violencia reactiva es la solución a nuestros problemas.
Con prácticas en la vida diaria de las buenas maneras en la convivencia ciudadana, que nos llevarán a ser metódicos en el cumplimiento de los deberes sociales
El reflejo de esta situación se construyó en el imaginario del colectivo de los colombianos, como un nexo con la violencia generalizada de cinco décadas, causada por diferentes mafias y agentes generadores de terror y criminalidad. Sin embargo, no significa que la sociedad colombiana se encuentre condenada al destino de “La Ley del Talión” el conocido “ojo por ojo y diente por diente”, es el momento ideal para reconstruir el tejido social, la ética pública y los valores sociales.
Es necesario plantear como solución el incremento del compromiso de las autoridades con responsabilidades para disminuir la violencia, en fomento de nuevas políticas públicas específicas que permitan enfrentar el fenómeno. Aún así, es la sociedad la encargada de realizar el mayor aporte para la finalización de las conflictividades.
Con prácticas en la vida diaria de las buenas maneras en la convivencia ciudadana, que nos llevarán a ser metódicos en el cumplimiento de los deberes sociales, para direccionar nuestra conducta de manera que a nadie lastime y a tolerar la personalidad de los congéneres, conocido lo anterior como urbanidad. Exaltemos las obligaciones morales del ser para conservar el orden y la armonía que debe reinar, sellando los lazos que nos unen, por medio de interacciones empáticas entre todos los ciudadanos.
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