En la “Escuela de Cadetes de Policía General Francisco de Paula Santander”, se encuentra erigida una serena estatua del “Fundador civil de la República” figura eximia del noble prócer, con pose vigilante del porvenir y señalando el horizonte institucional, la que sumada a la tristeza llora su pátina por los hechos de barbarie acontecidos esta semana.
Sentimiento que también invade de estupor el alma de toda la nación, de la Policía Nacional de todos los colombianos y de quienes nos hemos formado en esa alma máter.
Ilustres hombres se han educado en las aulas de nuestro campus universitario, en donde a partir de este lamentable enero cada aniversario será desolador. Lloramos el dolor causado por los enemigos de la paz quienes han segado la vida de valientes jóvenes que deseaban con la luz espiritual de estudiantes aportar a la seguridad de su nación, soñando en este campo sinople hacerse a la magnanimidad del león y obtener la victoria sobre las vicisitudes, emulando las virtudes, cualidades y atributos del general Santander que como el “Hombre de las Leyes” con su pensamiento de servicio y de civismo dio los elementos de la convivencia pacífica como guía de vida y gestión.
Muere entonces una parte del alma con la despedida de nuestros jóvenes compañeros, ángeles eternos; nuestro respeto y solidaridad con sus familias
La Policía Nacional de todos los colombianos con el claro compromiso de preparar las nuevas generaciones de oficiales engalana a sus alumnos con el laureado uniforme verde oliva, sable en mano y enarbolando la bandera de la seguridad, instruyéndolos con el lema “LA FUERZA AL SERVICIO DEL DERECHO”, grabada en letras de argén en el escudo de armas del alma máter; convirtiéndose en la esencia de la razón de la existencia y el loable fin de la Institución para ofrendarlo todo, hasta el sacrificio supremo en beneficio de la comunidad, como Quijotes de quimérica valentía y próceres contemporáneos.
Excelso es el legado de nuestros héroes que han partido hacia la bóveda celeste, quienes a pesar de su corta vida se preparaban para brillar en la paz, con una actitud ecuánime y tesonera, deseando poner en marcha los pilares de la tranquilidad en nuestra amada patria, desafiando, incluso, los peligros de la violencia.
Muere entonces una parte del alma con la despedida de nuestros jóvenes compañeros, ángeles eternos; nuestro respeto y solidaridad con sus familias. Hoy más que nunca nos levantaremos ante la adversidad y ratificamos el enorme compromiso adquirido en nuestro juramento institucional, fortalecidos con la convicción plena de continuar sirviendo incesantemente en respuesta de honor, como reza el introito del himno del alma máter: “adalides, gallardos marchemos, en la senda que marca el deber; nuestra fúlgida espada es la ley, con que patria nos dio Santander”. Paz en sus tumbas.
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