Las actitudes demostradas en el desarrollo del deporte siempre han sido un reflejo de la sociedad. En cada evento deportivo se manifiestan las virtudes y las debilidades de los colectivos sociales. La final de la Copa América 2024, disputada entre Colombia y Argentina en el Hard Rock Stadium de Miami, será recordada no solo por ser el partido que coronó a Argentina como campeón, sino también por el desorden que precedió al encuentro. Miles de hinchas sin entradas lograron colarse en el estadio, lo que causó un retraso de casi una hora y media, y poner en riesgo la seguridad de los asistentes. Este incidente no es un hecho aislado, sino la manifestación de una problemática más profunda: la falta de una cultura de la legalidad en nuestra sociedad.
Infinidad de videos en redes sociales mostraron a personas que evaden los torniquetes de seguridad e incluso ingresan al estadio por ductos de aire acondicionado. El ingreso al estadio se salió de control y obligó a las autoridades a cerrar los accesos y acordonar el complejo deportivo con patrullas de la policía local. Estos hechos no solo dejó a muchos aficionados con entradas legítimas fuera del Hard Rock Stadium, sino que también puso en evidencia la incapacidad de las autoridades para manejar la situación de manera efectiva.
Existen un sinnúmero de estudios que analizan estas situaciones, en Colombia encontramos uno realizado por la Pontificia Universidad Javeriana (PUJ) del año 2015 para Colombia relacionado con la “Cultura de la legalidad en servidores públicos y ciudadanos”, el cual destaca la importancia de fomentar valores y comportamientos que promuevan el respeto por la ley y el rechazo a la corrupción. Este estudio subraya varios puntos clave que son relevantes para entender este suceso en la final de la Copa América.
El estudio de la PUJ revela una serie de hallazgos preocupantes. Según el informe, existe una percepción generalizada de que las leyes no se cumplen y que las instituciones encargadas de hacerlas cumplir son ineficaces y corruptas. Este estudio se complementa con otros informes regionales que indican una baja confianza en las autoridades y un alto índice de conductas que socavan la legalidad, como el soborno y el incumplimiento de normativas básicas.
La cultura de la legalidad la debemos entender como ese conjunto de valores, creencias y comportamientos que promueven el respeto por las normas sociales. En contraste, la “cultura del vivo” que se observó en la final de la Copa América refleja una actitud de aprovecharse de las situaciones sin respetar los preceptos establecidos.
De igual forma, el estudio de la PUJ destaca la necesidad de una educación cívica robusta que fomente valores éticos desde una edad temprana. La falta de esta educación puede contribuir a la prevalencia de comportamientos como los observados en el estadio, donde muchos hinchas actuaron sin considerar las consecuencias de sus acciones.
La participación activa de los ciudadanos en la promoción de la legalidad es crucial. En el caso de la final de la Copa América, la falta de denuncia y la complicidad de algunos espectadores permitieron que muchos se colaran sin enfrentar mayores consecuencias que las causadas por ellos mismos como empujones y conatos de violencia interpersonal.
Comparación con otros estudios
Los problemas referentes a romper los esquemas de la cultura de la legalidad no son exclusivos de Colombia. Investigaciones similares en países alrededor del mundo muestran patrones consistentes en falta de respeto por la ley y que obtienen resultados idénticos al despreciar de forma generalizada las normas de convivencia mínimas.
Un estudio sobre la cultura de la legalidad en Palermo, Italia, destaca cómo la mafia se integró en la cultura local, al promover antivalores en la familia centrados en usanzas al margen de la ley. En España, estudios sobre la corrupción y la cultura de la legalidad han mostrado que la reglamentación puede ser una herramienta eficaz para combatir la corrupción, pero no es suficiente por sí sola. Es necesario un cambio cultural que involucre tanto a los servidores públicos como a los ciudadanos.
En México, por ejemplo, el estudio “La cultura de la legalidad: una estrategia integral” revela que la percepción de impunidad y la desconfianza en las instituciones legales son factores clave que perpetúan la ilegalidad. De manera similar, en Brasil, el informe “Legalidade e cidadania” subraya cómo la desigualdad social y la corrupción endémica minan los esfuerzos por fomentar una cultura de respeto a las normas.
El hecho anómico vivido en la final de la Copa América 2024 es un espejo de las deficiencias en nuestra cultura de la legalidad. No es un simple problema de indisciplina social, sino una manifestación de un malestar más profundo en nuestras estructuras sociales y políticas.
Por otro lado, la Red de Excelencia en Cultura de la Legalidad y Lucha contra la Corrupción en América Latina subraya la necesidad de adoptar políticas conductuales y educativas que refuercen el cumplimiento de la legalidad. Estos estudios interdisciplinarios destacan que para lograr un cambio significativo es fundamental involucrar tanto a los ciudadanos como a las autoridades en un esfuerzo conjunto por mejorar la cultura de la legalidad.
Estos estudios coinciden en que la ruptura del contrato social tiene raíces profundas y multifacéticas. No es un problema de educación formal, sino de un tejido social donde la ilegalidad a menudo se ve recompensada y la legalidad se percibe como ineficaz o irrelevante.
Explicaciones sociológicas y psicológicas
Desde una perspectiva sociológica, la falta de cultura de la legalidad puede entenderse como un síntoma de un tejido social deteriorado. La anomia, o la ausencia de normas claras y aceptadas, es un concepto clave aquí. Cuando las instituciones no son fiables y las leyes no se aplican de manera uniforme, los individuos dejan de verlas como legítimas. En su lugar, recurren a normas informales o incluso a comportamientos antisociales.
Psicológicamente, la teoría de la disonancia cognitiva puede explicar por qué las personas actúan en contra de las normas legales a pesar de conocerlas. Si las expectativas de la sociedad y las acciones percibidas de los demás no coinciden con las leyes, los individuos experimentan una disonancia que se resuelve al ajustar su comportamiento a las normas informales prevalentes, aunque estas sean ilegales.
Lecciones y recomendaciones
La final de la Copa América 2024 nos ofrece una valiosa lección sobre la necesidad de fomentar una cultura de la legalidad en todos los niveles de la sociedad. Aquí hay algunas recomendaciones basadas en los estudios mencionados:
1. Es fundamental reforzar la capacidad y la integridad de las instituciones encargadas de hacer cumplir la ley. Esto incluye no solo a la policía, sino también al sistema judicial, las autoridades administrativas locales y las instituciones educativas.
2. Invertir en programas de educación que enseñen no solo las leyes, sino también la importancia de la legalidad y las consecuencias de su incumplimiento. Esto debe comenzar en las escuelas y extenderse a programas comunitarios.
3. La lucha contra la corrupción es esencial para restaurar la confianza en las instituciones. Las iniciativas de transparencia y rendición de cuentas deben ser prioritarias.
4. Fomentar la participación activa de los ciudadanos en la creación y aplicación de las leyes puede generar un sentido de pertenencia y responsabilidad compartida.
5. Capacitar a los servidores públicos sobre ética y legalidad para actuar con integridad y transparencia para sirvan como modelos a seguir para la ciudadanía.
6. Las autoridades deben estar mejor preparadas para manejar situaciones de desorden en eventos masivos, deben implementar medidas de seguridad efectivas y asegurar el cumplimiento de las normas.
El hecho anómico vivido en la final de la Copa América 2024 es un espejo de las deficiencias en nuestra cultura de la legalidad. No es un simple problema de indisciplina social, sino una manifestación de un malestar más profundo en nuestras estructuras sociales y políticas. La construcción de una cultura de la legalidad requiere un esfuerzo concertado y multifacético que abarque educación, reformas institucionales y una lucha decidida contra la corrupción. Solo así podremos aspirar a una sociedad donde el respeto por la ley sea la norma y no la excepción.