En la historia de la humanidad nos hemos encontrado con infinidad de seres humanos que han sufrido los embates de algún conflicto armado. Una de las peores torturas que puede infligirse a un individuo es la pérdida de su libertad, en la cual padecen un sufrimiento profundo y se castiga con diversas formas de terror.
Una obra que refleja este terrible flagelo es “El hombre en busca de sentido” de Viktor Frankl (1946), quien nos narra la estremecedora experiencia de la confinación de él, sus padres y su esposa embarazada en los campos de concentración en la Europa invadida por la Alemania nazi en los años de la Segunda Guerra Mundial.
Frankl, de ascendencia judía y médico de profesión, guardó en su memoria los acontecimientos vividos en los largos años de dolor de su cautiverio, en su relato como víctima y testigo de la crueldad contra los judíos. Sufrió hambre, frío, varias veces estuvo a punto de ser ejecutado y su familia fue asesinada. Imbricó en su piel la extracción de la humanidad misma, hasta quedar desprovisto de protección alguna, tan solo rodeado del hecho de seguir con vida.
Fue convertido en esclavo y reducido al concepto de “cosa” en el campo en el que se encontraba prisionero. En su reclusión reflexionó que sobre todas las adversidades es necesario mantener la libertad interior y la dignidad porque nadie puede destruirlas, para sortear las dificultades y descubrir la verdad que orienta el existir.
Es en la manera como aceptamos vivir, donde aprendemos que la vida nos ofrece una tarea superior y es la mejor forma de ayudar al cambio y a cumplir nuestra misión personal.
En Colombia, tras la firma del Acuerdo Final de Paz (2016) —el cual selló el fin de un conflicto de más de 50 años de confrontación bélica—, el registro de víctimas de la Policía Nacional da cuenta de 652 uniformados que permanecieron en condición de secuestrados en campos similares a los de concentración nazi; incluso aún 120 policías permanecen desaparecidos.
Nuestros héroes se enfrentaron al sufrimiento, cambiando el modo en el que se piensa en éste, como los ascetas de la Antigua Grecia encontraron la templanza, el sacrificio y la humildad para crecer espiritualmente.
Es imprescindible sembrar una semilla de sosiego en las mentes y corazones de quienes están dispuestos a servir a sus semejantes y humanizar esta época llena de conductas absurdas. Nuestros héroes han podido salir de su dolor, demostrando la fuerza espiritual que poseen y con esperanza han buscado un camino para ser andado después del horror sufrido.
Es en la manera como aceptamos vivir, donde aprendemos que la vida nos ofrece una tarea superior y es la mejor forma de ayudar al cambio y a cumplir nuestra misión personal. Recordemos, la violencia no venció, hay que continuar enfrentándola todos los días y eso se hace trabajando por un futuro en paz con bienestar e igualdad para todos.
Publicada en: https://www.cronicadelquindio.com/opinion/opinion/el-sentido-de-la-vida-1