El hombre siempre ha tenido la necesidad de expresar sus vivencias como muestra de su existir. Es así, que el grafear trazos tiene años de antigüedad y variados ejemplos, desde las pinturas rupestres a los muros de la cultura egipcia o las columnas romanas.
Posteriormente en el mundo contemporáneo, el graffiti se consolida gracias al fenómeno cultural de Nueva York y Filadelfia en los años 60, sumado a las protestas de mayo de 1968 en París, convirtiéndose en una de las revoluciones artísticas más grandes de finales del siglo XX.
Esta corriente llega a Colombia en los 70, donde el graffiti era un método de comunicación casi exclusivo de la actividad política de las organizaciones civiles y del movimiento estudiantil.
Actualmente, el graffiti es considerado como arte urbano y para los graffiteros es su forma de expresión, aunque en el imaginario de la mayoría esta actividad es interpretada en el marco de la ilegalidad y el vandalismo. El ejercicio del graffiti se realiza en cualquier rincón del mundo, pero es más común apreciar este arte callejero principalmente en ciudades cosmopólitas.
En Colombia no ha existido una prohibición explícita hacia el graffiti y hoy se le considera como una práctica cultural
Siendo esta manera de comunicarse una de las más características del concepto de ciudad, que igual a toda práctica humana, ha evolucionado prevaleciendo en el fondo su carácter reivindicativo y de rebeldía, especialmente con las desigualdades sociales.
Por su significado social, el graffiti difícilmente será erradicado de la ciudad. Por el contrario, se debe buscar un punto de apoyo para que el potencial comunicativo que lo acompaña, se acondicione a las normas establecidas y cohabite entre lo público y lo privado.
Respetando la noción de espacio público que evoca el orden social y lo que le pertenece a toda la comunidad; como una idea de la concepción del “ágora”, en donde los griegos trataban los asuntos de la vida política, económica y religiosa de la “polis”.
Espacios en que los graffiteros se lanzaron a la búsqueda de aceptación, para perder el estigma de ilegalidad y la connotación vandálica.
En Colombia no ha existido una prohibición explícita hacia el graffiti y hoy se le considera como una práctica cultural. El cual ha transformado nuestro territorio y por lo tanto se debe reflexionar sobre su uso irregular que lo convierte en una manera no adecuada de acercarse a la preservación del espacio público.
Por eso las ciudades han decidido entregar espacios públicos a los graffiteros para cambiarlos y hacerlos más llamativos; Bogotá y Medellín ya cuentan con un “grafitour” entre sus atractivos turísticos, mientras que Cali ya realizó un primer Congreso mundial de graffitis.
Finalmente, debemos redundar en la protección del entorno de todos e igualmente establecer las zonas adecuadas para exaltar la voz interna del graffitero.
Publicada en: https://www.cronicadelquindio.com/opinion/opinion/graffiti-voz-y-sentimiento