Guerra subterránea

PorJimmy Bedoya

23 febrero/2020

Existen cálculos que permiten establecer que en Colombia el 20 por ciento de la cocaína y el 70 por ciento de la marihuana producida es usada para el consumo interno, sumado a la aparición de más de 30 nuevas drogas, entre estas las sintéticas que causan aún mayores daños a la salud de las personas. Se estima que al menos 1,4 millones de colombianos consumen alguna droga psicoactiva (según el DNP), lo que contribuye a que el tráfico local de estupefacientes se convierta en una temible economía ilícita, que alimenta el negocio de la muerte y realice transacciones al año entre 6 y 10 billones de pesos.

El “microtráfico” de drogas, nutre gran parte del crimen vivido en Colombia, se involucran en este desde las pandillas, combos o “ganchos” que administran las “ollas” hasta los grupos armados organizados y de delincuencia común, que intervienen en toda la cadena logística de producción, transporte y los servicios de distribución al cliente final.

Es tal, que durante los últimos cinco años se han cometido más de 30 mil homicidios, un 50 por ciento del total de los casos presentados en el país, los cuales se han finiquitado en la modalidad de sicariato y muchos se encuentran relacionados con los intereses de expendedores de narcóticos en menores cantidades.

Caso diferente con las llamadas “ollas”, un kilo de coca en Colombia cuesta diez veces menos, pero en el país lo rinden con diferentes sustancias para obtener de este hasta cuatro mil dosis o más, así la ganancia es similar a la venta en el exterior

El asunto ha tomado proporciones desbordadas y está apuntando a salirse de control. La situación refleja la gravedad de lo que está ocurriendo en materia de criminalidad en las ciudades de todo el país, las cuales tienen un común denominador: el microtráfico. Es un animal de mil cabezas que ha extendido sus tentáculos delincuenciales a las esquinas, parques y colegios públicos y privados.

Mediante fuertes organizaciones criminales que impulsan este fenómeno delincuencial, desplazando las comunidades en la disputa del territorio por el control del negocio, quienes tienen como sus víctimas favoritas a los niños y adolescentes, para introducirlos en un espiral de problemas mucho más graves que el consumo.

El “narcomenudeo”, aunque en el imaginario social pareciera un negocio pequeño, no lo es tanto, un kilo de alucinógeno, deja grandes ganancias vendido en las calles de alguna ciudad de Europa o Estados Unidos. Pero, en esta tarea los narcotraficantes corren un alto riesgo, los cuales van desde perder el “embarque” en incautaciones hasta ser capturados y extraditados.

Caso diferente con las llamadas “ollas”, un kilo de coca en Colombia cuesta diez veces menos, pero en el país lo rinden con diferentes sustancias para obtener de este hasta cuatro mil dosis o más, así la ganancia es similar a la venta en el exterior, sin enfrentar muchos de sus peligros. Ese es el lamentable éxito del microtráfico y lo que tiene a varias ciudades colombianas inmersas en una nueva guerra, para lo que debe integrarse políticas sociales y no solo medidas represivas.

PorJimmy Bedoya

Coronel(r) con más de 30 años de experiencia en seguridad pública, liderazgo, capital humano y control interno.