Honor y acción: el compromiso de la sociedad con su Fuerza Pública

El 2024 quedará marcado en la memoria colectiva de Colombia como un año donde, en medio de los esfuerzos por alcanzar la llamada “Paz Total”, 90 miembros de la Fuerza Pública ofrendaron sus vidas en cumplimiento del deber. Soldados y policías enfrentaron una realidad cruda y dolorosa: la amenaza constante de grupos armados ilegales en territorios donde la presencia del Estado es precaria y la violencia es el lenguaje predominante. Mientras recordamos sus nombres con respeto y admiración, surge una pregunta fundamental: ¿qué estamos haciendo, como sociedad, para proteger a quienes nos protegen?

La Fuerza Pública no solo representa un brazo operativo del Estado; es también el símbolo de un compromiso colectivo por garantizar la seguridad y el bienestar de los colombianos. Cada policía que patrulla nuestras calles y cada soldado que enfrenta los peligros en las zonas rurales es un recordatorio de los sacrificios que implica mantener la estabilidad en un país históricamente golpeado por el conflicto armado. A pesar de esto, miles de hombres y mujeres visten el uniforme con orgullo, dispuestos a proteger a sus conciudadanos.

Sin embargo, ese sacrificio no puede quedar únicamente en las manos de quienes portan un uniforme. Como sociedad, debemos asumir nuestra cuota de responsabilidad. ¿Cómo logramos que el 2025 sea un año donde el compromiso con nuestra Fuerza Pública se traduzca en acciones concretas y significativas?

En primer lugar, es esencial fortalecer el reconocimiento social hacia los integrantes de la Fuerza Pública. Esto no debe limitarse a homenajes póstumos, sino extenderse a mecanismos de apoyo directo, como la creación de fondos permanentes para las familias de los caídos y los heridos en servicio. Estos fondos, financiados por aportes estatales, donaciones del sector privado y contribuciones ciudadanas, deben garantizar acceso a educación, vivienda digna y oportunidades laborales para los familiares de los uniformados.

Por otro lado, es imperativo impulsar campañas de sensibilización que desmonten los prejuicios hacia policías y militares. En muchos sectores de la sociedad, aún persisten estigmas que deshumanizan su labor y los alejan del reconocimiento que merecen. Es aquí donde los medios de comunicación, las instituciones académicas y las organizaciones civiles tienen un papel crucial: generar espacios de diálogo y reflexión que promuevan el respeto y la empatía hacia quienes velan por nuestra seguridad.

Además de las acciones simbólicas, y la política de bienestar social del Ministerio de Defensa para nuestros soldados y policías, el 2025 debe ser el año donde la innovación tome protagonismo en las estrategias de protección y bienestar para la Fuerza Pública. Propongo se desarrollen las siguientes iniciativas:

  1. Inversión en tecnología al servicio de la seguridad: incorporar herramientas como drones, inteligencia artificial y sistemas de vigilancia avanzada para reducir la exposición directa de los uniformados en zonas de alto riesgo.
  2. Una política integral de salud mental como soporte psicológico y emocional: implementar programas robustos de atención psicológica que aborden el estrés postraumático y otros problemas de salud mental derivados del servicio. Este acompañamiento debe ser continuo y accesible tanto para los uniformados activos como para los retirados.
  3. Reingeniería en los procesos de formación en todos los niveles: reforzar la capacitación de la Fuerza Pública no solo en tácticas operativas, sino también en DDHH, resolución de conflictos y construcción de confianza con la comunidad. Esto no solo mejora su desempeño, sino que también refuerza su conexión con la ciudadanía.
  4. Construcción del tejido social en el territorio nacional: la seguridad no puede depender únicamente de la Fuerza Pública. Es necesario que el Estado invierta en desarrollo social y económico en las regiones más afectadas por la violencia, cerrando las brechas que alimentan el poder de los grupos armados ilegales.

Porque proteger a quienes nos protegen no es solo un acto de justicia; es un deber moral y colectivo que nos define como sociedad. La historia nos observa. Que el 2025 sea recordado no solo por los desafíos, sino también por nuestra respuesta unida, valiente y solidaria.

El compromiso con nuestra Fuerza Pública no puede recaer exclusivamente en las instituciones de seguridad. Es hora de que cada sector de la sociedad tome parte activa en esta causa. Los líderes políticos del orden nacional, regional y local deben priorizar la asignación de recursos suficientes para las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, garantizar su adecuada supervisión y promover políticas de seguridad que combinen firmeza con inclusión social.

El sector privado, por su parte, tiene la capacidad de contribuir significativamente a esta causa. Ya sea a través de donaciones, programas de responsabilidad social empresarial o alianzas con el Estado para mejorar las condiciones laborales de los uniformados, las empresas pueden marcar una diferencia tangible en el bienestar de quienes nos protegen.

Finalmente, la ciudadanía debe asumir un rol activo, apoyar las iniciativas mencionadas y generar múltiples acciones de respeto y gratitud hacia los policías y soldados que se encuentran en las calles, los campos y las montañas de nuestro país. La indiferencia no puede seguir siendo una opción.

El inicio de un nuevo año siempre trae consigo la esperanza de un cambio positivo. En 2025, Colombia tiene la oportunidad de demostrar que valora y respalda a su Fuerza Pública de manera integral. Que los sacrificios de 2024 no hayan sido en vano depende de nuestra capacidad de convertir el duelo en acción y la memoria en progreso.

Hagamos de este año un punto de inflexión. Rodeemos a nuestra Fuerza Pública con un sistema ético, sólido y transparente que les permita desempeñar su labor con dignidad y eficacia. Porque proteger a quienes nos protegen no es solo un acto de justicia; es un deber moral y colectivo que nos define como sociedad. La historia nos observa. Que el 2025 sea recordado no solo por los desafíos, sino también por nuestra respuesta unida, valiente y solidaria.

PorJimmy Bedoya-Ramírez

Columnista, investigador, asesor en seguridad pública, capital humano y liderazgo.