En China en el siglo IX, por lo que podemos considerar un curioso accidente, fue descubierta la pólvora, por un alquimista quien buscaba el elixir de la eterna juventud. En ese momento, el primer explosivo de la historia, siendo utilizado en usos ceremoniales y religiosos.
Cuenta la tradición oral que su empleo se expandió desde Japón a toda Europa, por intermedio de un monje peregrino, quien enseñó su formula al abad en un monasterio en donde una noche solicitó posada.
El religioso quien lo alojó, en la mañana siguiente le observó debajo de sus vestiduras eclesiásticas, un rabo peludo: era el diablo en persona quien venía a cundir el pánico.
En América, las culturas prehispánicas ya practicaban formas de manipular el fuego en cultos místicos y con la llegada de los conquistadores, también la pólvora, dispuesta para doblegar a los pobladores del continente; incluso dentro del propio territorio descubrieron yacimientos de salitre y azufre, para fabricar pólvora.
Posteriormente, Messía de la Cerda, virrey de la Nueva Granada, de 1761 a 1772, creó la Real Fábrica de Pólvora de Santa Fe, y desde esa época en toda Colombia por el fuerte arraigo cultural que nos caracteriza, es usada especialmente en las festividades de fin de año, fiestas patronales, convites de quince años y diferentes aniversarios.
La llegada de diciembre estimula el uso de pólvora, la cual se asocia con el incremento de lesiones por quemaduras, causadas en las actividades relacionadas con su cadena logística, pero sobre todo por la manipulación y uso inadecuado, principalmente en niños, niñas y adolescentes, generando graves consecuencias como incapacidad y muerte; vale anotar que sus altos costos de atención afecta de forma general el sistema de salud.
El Instituto Nacional de Salud, ente encargado de realizar la vigilancia de las lesiones por quemaduras, nos informa que entre 2008 y 2013, se presentaron 6.585 lesiones en el país, correspondiendo por manipulación el 63% y como observadores el 21%, los casos desde el inicio del análisis aumentaron paulatinamente, presentando un leve descenso en el 2013. En el 2015 se reportó un total de 917 casos, el 42% correspondió a menores de 18 años y se registraron tres muertes. En el Quindío se registraron 20 quemados, tan solo uno menos que en el periodo anterior.
Por lo tanto, la forma correcta de evitar quemaduras por fuegos artificiales es la prevención y la implementación de políticas públicas, tomemos como ejemplo el Reino Unido que posee una legislación fuerte al respecto desde 1875, con un impacto positivo.
Invito a no manipular pólvora y presenciar de manera masiva las exhibiciones profesionales de juegos pirotécnicos que siempre nos han maravillado, para alejar de nuestras vidas a ese peregrino de rabo peludo quien pretende dañarnos la salud e invocar a la diosa Salus para nuestra protección.