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Policías del aire

“¡Quiero volar!”, grita Ícaro en el laberinto. “Y volarás”, contesta Dédalo, su padre, el inventor. Desde el origen de la civilización, “volar”, siempre ha sido uno de los grandes deseos del hombre, ya que hemos visto con envidia el vuelo de las aves.

Nos relata la historia que en el s. IX, el creador andalusí Abbás ibn Firnás desarrolló un par de alas con madera y seda, las adaptó a su espalda y cubriéndose el cuerpo de plumas, saltó desde una colina para probar su vuelo, desde luego se lesionó. La humanidad no desfallece nunca en ser más libre y poderosa, pensando en ampliar su patronato de la tierra al cielo.

El dominio del aire inició en 1903, cuando los hombres y los Estados crearon la aviación civil, militar y comercial. En cuanto a la Aviación Policial colombiana en la década de 1950 se adquirió la primera aeronave, y en 1979, se creó el Grupo de Transporte Aéreo, dependencia que evolucionaría al actual Servicio Aéreo.

Conformado por más de 142 aeronaves y tripuladas por más de 2.000 uniformados. Todos ellos instruidos bajo los pilares de la disciplina, el profesionalismo y la vocación de servir.

Este destacamento aéreo apoya la lucha contra el narcotráfico, da soporte a los operativos de alto valor, además brinda ayuda humanitaria y vuelos para aportar a la calidad de vida de los policías. Esta especialidad del servicio cuenta con más de 50 años de experiencia y es una de las columnas que fortalece a la Policía Nacional.

Colocan la estética al servicio de la ética, ejemplo de mística y con una actitud basada en valores sociales

Nuestro Servicio Aéreo es mucho más que un equipo de uniformados con la misión de garantizar la seguridad. Son héroes con gran vocación de servicio, comprometidos con los más vulnerables, con aquellos que más lo necesitan, y presentes en los lugares más recónditos del país.

Colocan la estética al servicio de la ética, ejemplo de mística y con una actitud basada en valores sociales, materializando el pilar del servicio policial. El rostro amable y agradecido de la comunidad por la que se trabaja, refleja la satisfacción del deber cumplido por el Servicio Aéreo Policial.

Es la aviación policial insignia en América Latina y una de las más grandes a nivel mundial, gracias a su profesionalismo en la construcción de un mejor país. Otro aspecto para destacar en su liderazgo, desde 1993, han abierto sus alas a la mujer; siendo la primera institución armada no solo en Colombia sino en la región que cuenta con damas pilotos.

Aunque desafortunadamente, a la fecha y a raíz de la permanente operación en áreas afectadas por el terrorismo, se han perdido vidas de pilotos y tripulantes de vuelo, todos caballeros del aire de esta noble modalidad del servicio de la Institución.

Como se entona en el himno de su escuela de formación “…Si la muerte nos llega cumpliendo… que haya orgullo en vez de dolor”.

Publicada en: https://www.cronicadelquindio.com/opinion/opinion/policas-del-aire

Prescripción social

La intolerancia en la actualidad es la suma de la exacerbación de pasiones y discursos cerrados en nuestro país. Estamos en una época en la que poseer pensamientos contrarios en lo político, lo religioso, lo económico, lo deportivo e incluso en los gustos como el vestir y el tipo de música que se escucha, produce enconos y termina en agresiones.

De forma permanente se observa poca resiliencia, falta de mediación y diálogo para resolver los conflictos.

La intolerancia deja cicatrices en las personas y en la sociedad, porque genera consecuencias en tres frentes: los individuos que son objeto de esta; la sociedad en donde se concentra; y los grupos que la fomentan. Dejando heridas que permanecen abiertas en el tiempo.

El ser humano se encuentra en confrontación constante por compartir su existencia en el mismo espacio vital con sus congéneres, por lo que en un principio todos poseemos comportamientos intransigentes.

La intolerancia se ha enquistado como una enfermedad social, muchas veces con la excusa de tener ritmos de vida ajetreados y sumado a la frustración que genera vivir en una época llena de cánones que impone la nueva sociedad.

La intolerancia es la abdicación del esfuerzo individual y colectivo por obtener una convivencia que permita contar con los niveles mínimos de sosiego.

Es un ejercicio que forma para la no violencia como desarrollo personal y grupal

Aceptar que el Otro sea él mismo, que piense distinto, sienta diferente y se manifieste como lo desee, y que se eduque para vivir en comunidad no es una tarea fácil y requiere de la integración de muchas entidades y la sociedad. Se debe desarrollar el concepto de “prescripción social”, para autorregularnos y colocarnos en el lugar del Otro, a través de una mirada comprensiva y flexible.

Es necesario usarla como herramienta para la atención de la convivencia ciudadana, y tener una sociedad que se relacione por intermedio del civismo, integrado por valores y actitudes que permitan vivir con respeto, tolerancia, solidaridad, equidad, honestidad, entre otros, los cuales son imperativos en la creación de una adecuada sociabilidad.

No significa que exista la necesidad de tomar una posición pasiva, en donde el ignorar sea empleado como herramienta de confrontación, por el contrario, la interacción toma protagonismo cuando la diversidad entra en juego.

Es un ejercicio que forma para la no violencia como desarrollo personal y grupal, que facilitan unas relaciones más armónicas.

Teniendo en cuenta que la salud social se determina principalmente por factores comunales, económicos y ambientales, es en estos donde debemos buscar las soluciones de una manera holística.

Aplicar un método de “prescripción social” implica un enfoque que posea como objetivo resaltar e ilustrar los beneficios que tiene la sana convivencia para aliviar las dolencias y aflicciones sociales.

Publicada en: https://www.cronicadelquindio.com/opinion/opinion/prescripcin-social

Ser humano

En medio de burlas despiadadas, intolerancia, violencia verbal y sentimientos negativos, encontramos un mundo que los humanos hemos creado. La educación en valores se ha marchitado, el civismo y las buenas maneras que en el pasado eran acciones cotidianas, hoy son impensables. 

Existe cierta involución social: el concepto de familia como núcleo formador ha cambiado, las personas adultas se encuentran sobrecargadas de obligaciones laborales, sumado a una cultura del consumismo exacerbado, y la permisividad por parte de las redes sociales, son elementos que han deformado las conductas colectivas. Influyendo en la transformación del hombre en una condición no muy distinta a la de un animal salvaje. 

La mayoría de veces el ser humano, sin distingo de raza, sexo o edad, expresa sus necesidades, miedos y deseos con reacciones agresivas. Sin embargo, la violencia no es una respuesta connatural a su esencia, sino más bien una expresión errónea de sentimientos insatisfechos.

Es el momento histórico, para que cada uno de nosotros comencemos a revertir la situación y para obtener el mundo con el que soñamos, debemos implementar una educación social para atenuar dichos comportamientos y vivir una experiencia constante en la superación de las vicisitudes. 

El ejercicio de vivir es una lucha constante para ser útil y servir a los semejantes, superando el deseo de reconocimiento popular

Para ser una buena persona, se debe partir de la premisa que lo primero a realizar es la búsqueda de la integralidad individual, algo que debe practicarse en todos los ámbitos de las actuaciones sociales: en las jornadas laborales, en el hogar, con nuestros seres queridos y desde luego con todos aquellos con quienes compartimos un espacio en el planeta. Además, complementado con un esfuerzo particular, estando siempre dispuestos al sacrificio y al servicio de la sociedad.

Es muy valioso para el crecimiento personal, aceptar las recomendaciones y escuchar a quienes tienen más experiencia, reinventándose todos los días. Mejorar como individuos, toma tiempo, pero más que tiempo, requiere actitud. 

No se trata de ser perfectos, siempre hay cosas por cambiar. Los seres humanos erramos, pero quedarnos en el lamento nos estancará aún más, la clave está en levantarse y aprender de las equivocaciones, así se evolucionará. El ejercicio de vivir es una lucha constante para ser útil y servir a los semejantes, superando el deseo de reconocimiento popular. Nunca seremos felices si no logramos antes ser más bondadosos.

Es perentoria la educación desde la infancia para que la agresividad no sea la base de la comunicación, para que pueda ser sustituida por el diálogo, la expresión de sentimientos, la mediación y el consenso con el objetivo de reducir el sufrimiento en el mundo. Como lo indicaba Savater, filósofo español: “Nacemos humanos pero eso no basta: Tenemos también que llegar a serlo”.

Publicada en: https://www.cronicadelquindio.com/opinion/opinion/ser-humano

Ejemplo en seguridad

América Latina y El Caribe, ALC, con tan solo el 8% de la población del mundo posee el 37% de los homicidios que se presentan en el planeta. Hora tras hora se suman nuevas víctimas a las estadísticas en ALC, convirtiéndola en la región más violenta del globo, con las tasas más altas de homicidios.

La cifra de muertes desde inicios del siglo XXI supera los 2.5 millones de latinoamericanos, un número comparable a los habitantes de ciudades como Cali, Guayaquil o Brasilia. Todos los días, en promedio son 400 las personas que mueren por disparos, golpes o puñaladas en la región.

Sin lugar a duda, la situación genera grandes retos para la región, mientras en el mundo se presenta una tasa de homicidios de 6.1 por 100.000 habitantes, la tasa promedio de homicidios en ALC es de 21.7, la más alta registrada desde 1990 y superando la tasa de los demás continentes, igualmente la subregión de Centroamérica alcanza una tasa de 25.9 y Suramérica de 24.2.

En Colombia, aunque las cifras de homicidio muestran un descenso de una tasa de 80 a 25 entre 1990 y 2019, aún es una medida muy elevada. Tasas por ejemplo, solo comparables con la Europa medieval en donde se experimentaron niveles de homicidios similares a los de hoy en ALC. 

Hay que replicar las lecciones aprendidas de otros países, para reducir la violencia en el nuestro.

En cuanto a la experiencia vivida en Europa, poseen una de las menores tasas del mundo: 1 homicidio por 100.000 habitantes en promedio. Allí se observa una modernización en las instituciones responsables de la seguridad, sumado al cumplimiento del Estado de Derecho en sus países, la ampliación en la inversión en educación, una administración de justicia confiable, entre varias acciones.

Otra lección es el éxito de la seguridad pública en Japón, en donde una serie de leyes rigurosas, políticas de prevención del crimen y un conjunto de actividades comunitarias y educativas, lo han puesto en el número 9 en el Índice Global de la Paz. En ALC, el primer país en aparecer en este listado es Chile, en el puesto número 28. Sin embargo, presenta una tasa de 3 homicidios por 100.000 habitantes.

En 2018, Japón registró una tasa de 0.28 homicidios por cada 100.000 habitantes, esta tasa ha permanecido estable en los últimos años. Para los japoneses la educación desde la familia es fundamental, los niños aprenden desde bien temprano los valores del honor y el respeto y los aplican aún más en su vida adulta, la cultura japonesa se centra en una práctica que privilegia una sociedad participativa.

Además, sin miramiento alguno, medidas implementadas como una política de cero tolerancia a las armas y el poseer un sistema policial comunitario vigente hace más de 100 años, les permite lograr los actuales índices de seguridad. Hay que replicar las lecciones aprendidas de otros países, para reducir la violencia en el nuestro.

Publicada en: https://www.cronicadelquindio.com/opinion/opinion/ejemplo-en-seguridad

¡Cambios ya!

La problemática ambiental que afecta al planeta Tierra está avanzando a un ritmo desproporcionado. En la mayoría de las regiones el crecimiento demográfico y la extensiva urbanización, los desorganizados patrones de producción y consumo, un aprovechamiento poco sustentable de los recursos, sumado al cambio climático por los gases de efecto invernadero y la contaminación ambiental, la pérdida de biodiversidad, la degradación de la tierra y la escasez del agua, hace imposible mantener el potencial para satisfacer las necesidades de las generaciones presentes y futuras. En 2050, unos 4.000 millones de personas vivirán en desiertos, y hoy, la polución asesina a siete millones de personas por año.

Mientras tanto, en la Amazonía, la selva tropical más grande del mundo y reserva vital de carbono que ralentiza el ritmo del calentamiento global, en lo que va corrido del año se han presentado más de 72.000 incendios en la región amazónica del Brasil, eventos sin precedentes desde que en 2013 se inició el monitoreo desde el espacio.

El corazón del Amazonas se quema a gran velocidad y tras del fuego solo queda la naturaleza carbonizada, y el silencio en lugar del trinar de las aves. Igualmente, otro gigantesco incendio está sin control en la frontera entre Paraguay y Bolivia, en donde se calcula más de 600.000 hectáreas afectadas. También Perú, reporta en menos de un mes 98 incendios forestales en 18 de sus regiones.

Reflexionemos, ¿queremos vivir más tiempo y en un mejor lugar? Y aún más trascendental, ¿queremos asegurar a nuestros hijos un sitio para vivir?

Ante este escenario, existe la necesidad de intervenir de manera inmediata, porque lo obliga la interdependencia existente entre los seres humanos, las demás especies vivas y el planeta que todos habitamos, al ser los únicos responsables del daño ambiental.

Debemos generar un ¡cambio ya! Cuidar el medioambiente precisa de un gran compromiso, se debe iniciar desde el hogar, con pequeñas acciones y hasta el punto de modificar las conductas inadecuadas de la vida diaria, elementos que facilitarán el ahorro de energía, el reciclaje y el cuidado de los recursos naturales. Es imperativo ser referentes para nuestros hijos, a quienes hay que legarle un territorio con las condiciones mínimas para vivir.

Para los Estados y la sociedad ya no es una opción el ser indiferentes, la responsabilidad histórica recae en cada uno de nosotros, aunque el daño ambiental aumenta en todo el planeta, aún existe la posibilidad de revertir el impacto, si entre todos actuamos, salvaremos nuestro único hogar. Los cambios necesitan verse en muy corto tiempo, en los sistemas agrícolas, las economías rurales y en la gestión de los recursos naturales.

Reflexionemos, ¿queremos vivir más tiempo y en un mejor lugar? Y aún más trascendental, ¿queremos asegurar a nuestros hijos un sitio para vivir? El planeta no es nuestra herencia es un préstamo de nuestros hijos.

Publicada en: https://www.cronicadelquindio.com/opinion/opinion/cambios-ya

Reproche social

La indisciplina social se manifiesta por intermedio de diferentes conductas disfuncionales en nuestra sociedad actual. El filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679) lo interpretaba como la transformación del hombre convertido en su propio depredador por circunstancias adversas que le ha correspondido experimentar, porque a priorizado y fomentado los intereses materiales sobre sus propios valores, al tiempo que ignorando los parámetros regidos por los Estados para evitar el caos, la destrucción y la anomia, revela la disrupción en la convivencia social.

Por ende, Hobbes creía que era necesario implementar una autoridad absoluta cuya ley se transforme en la máxima instancia y sea obedecida por todos.

Esta falta de autocontrol ha derivado en un pandemónium social, invadiéndonos mediante una moral laxa, en donde la línea roja de los valores traspasó los límites de lo que no está permitido. Conduciéndonos a una sociedad con tendencias a la corrupción, viviendo un nivel de desintegración inimaginable, abonado gracias a la aquiescencia de muchos ciudadanos.

Abundan las personas que carecen de toda vergüenza, convirtiéndose en un problema que puede ser compensado con una mayor efectividad de la sanción jurídica.

Sin embargo, una herramienta más efectiva sobre el miedo al castigo es el control social, el cual se puede establecer implícitamente por la sociedad para mantener el orden de los individuos y permitir el desarrollo de un nivel de vida organizado y disciplinado.

La impunidad social es aún más grave que la impunidad penal

En Colombia todos tenemos derecho a protestar contra los incumplidores. La vergüenza debe ser a las normas de convivencia lo que la cárcel es al Código Penal, debemos contar con un reproche social capaz de avergonzar a los indisciplinados.

El control social debe hacerse presente de diferentes maneras, tanto a través de prácticas formales e informales, mediante regulaciones socialmente aceptadas por medio de la coacción del mismo individuo sobre su actuar.

Entonces, la premisa fundamental debe ser convertirnos en un modelo de pulcritud y de moral intachable, lo contrario llevaría al olvido de la fiscalización social y se instalaría en el imaginario social del “todo vale”.

Finalmente, el control social se debe enseñar desde el seno de instituciones como la familia, los colegios y los diferentes círculos sociales. Estas normas autoimpuestas de reproche social deben considerar una fuerte censura de determinadas actitudes y acciones de la sociedad.

Por un lado, las autoridades deben propender, no tanto por incrementar las condenas legales, sino por el contrario que efectivamente estas sanciones se cumplan, y por otro, que la cultura ciudadana se encamine a mejorar los niveles de autoregulación. Reflexionemos, la impunidad social es aún más grave que la impunidad penal.

Publicada en: https://www.cronicadelquindio.com/opinion/opinion/reproche-social