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¡Cuenten con nosotros!

En este periodo de crisis que nos ha correspondido vivir y que afecta todos los aspectos sociales, se enquista la sensación que la vida va cambiar por bastante tiempo entre nosotros. Esto nos da la oportunidad de evolucionar y nos brinda una manera para pensar diferente. En la vida las adversidades nos coloca a prueba para que demostremos nuestra fuerza e impulso, con la finalidad de salir de estas aún más fortalecidos. La época de calma en la que nos encontrábamos, donde de forma clara comprendiamos el camino certero para recorrer al éxito, se ha transformado, la vida en sociedad no será igual a partir del momento.

La pandemia mundial del nuevo coronavirus, ha puesto en riesgo la vida de millones de seres humanos en los cinco continentes, generando un cambio radical como consecuencia de su establecimiento. El virus está presente en 191 países del mundo, ninguno por más alejado que se encuentre está a salvo de la epidemia.

El planeta para este fin de semana llegará a contabilizar un poco más de 530 mil casos y más de 25 mil muertes. Se demuestra que ha sido imposible impedir el ingreso de la enfermedad. Lo que sí ha estado en buena medida en nuestras manos es la posibilidad de aumentar el número de vidas salvadas. Cada uno de nosotros con argumentos de valor, hoy más que nunca, debe pasar de la palabrería a la acción.

Puede confiar toda Colombia en su institución policial, porque trabaja para volver a caminar seguros bajo el dorado bienhechor, protegiendo a cada uno de los 48 millones de habitantes, lucharemos para que llegue el onírico día en que se retorne a la normalidad

La Policía Nacional de todos los colombianos, tiene como objetivo principal en esta calamidad, socorrer la vida de miles de compatriotas. Los uniformados vestidos con su laudo verde oliva, a pesar que están alejados de sus familias, a quienes han dejado de abrazar y besar, luchan por una Colombia con vida, ofreciendo su integridad, y hasta su ser por salvar la existencia de otros, haciéndolo con el máximo de honor. Policías enamorados de la patria, patrullan la ciudad velando el sueño y el reposo de todos, sus pasos hacen eco por la tranquilidad, convencidos de su vocación de servicio como un apostolado social.

Se esmeran por obtener un mundo mejor, soñando con restablecer el sosiego de todos. El devenir nos puso esta dificultad, se nos hace un nudo en la garganta pensando que cualquier instante puede ser el último. El aire que respiramos cargado de muerte y desolación, será alejado por nuestra Policía Nacional y miles de compatriotas que defienden lo que es más sagrado para todos, la salud y la vida.

Puede confiar toda Colombia en su institución policial, porque trabaja para volver a caminar seguros bajo el dorado bienhechor, protegiendo a cada uno de los 48 millones de habitantes, lucharemos para que llegue el onírico día en que se retorne a la normalidad. Batallemos todos por la vida y por nuestro hogar, cada colombiano debe encender una luz; nuestras almas valientes y resilientes, necesitan fuerza para desafiar la desventura y lograr otra nueva vida.

¿Con papel higiénico?

Tal como el nuevo coronavirus COVID-19 y sus impactos son globales, la respuesta a la presente amenaza sanitaria ha sido de pánico generalizado. Coincide con las afirmaciones de Sigmund Freud, cuando comprendía que el verdadero motor de la conducta social, no son lo deseos o las creencias conscientes, sino los impulsos e instintos primarios y salvajes que posee cada individuo. Manifestado mediante las diferentes actitudes que las personas presentan en su vida y la forma como realizan sus acciones en cuanto su entorno y en medio de un universo de estímulos vividos.

Al momento de suspenderse muchas de las actividades cotidianas a nivel mundial, a raíz de la declaración de la pandemia por el COVID-19, las redes sociales se atiborraron de imágenes de ciudadanos alrededor del mundo, llenando compulsivamente los carros del mercado con productos para abastecerse y uno de los primeros productos que han desaparecido de los estantes de los supermercados fue el papel higiénico.

El cual no ofrece protección especial contra el virus, pero se considera un elemento básico en inminentes emergencias, por la sensación que proporciona de bienestar y limpieza. El ser humano no desea regresar a condiciones vividas en la evolución, en donde solo poseía conductas primitivas e irracionales.

El éxito dependerá de nuestra capacidad para aceptarlas e implementarlas, entendemos que en momentos de angustia el ser humano puede mostrar sus mejores y peores cualidades. Esta amenaza mundial pone a prueba nuestra disciplina…

Aunque en ocasiones parece que todo va a salir mal, siempre, hay algo que va bien, y que nos anima a seguir adelante de forma proactiva a los retos que debemos afrontar por la actual crisis vital. Perder la calma no es una opción, es necesario mantenerse tranquilo y con la “cabeza fría”. En primer lugar, no acumule elementos que seguramente no va a consumir, probablemente ya tiene mucho más de lo que podría necesitar en casa, debe permitirse que los más vulnerables también se abastezcan, ellos pueden estar necesitando ahora esos suministros. Igualmente, siga las medidas de protección básicas contra el nuevo coronavirus, es su deber permanecer enterado con la información más veraz y reciente sobre el brote del COVID-19.

Al final de la tensa situación, entraremos en una etapa de reflexión sobre lo que como sociedad hemos aprendido: mantener la calma exige un gran conocimiento de uno mismo y un gran autocontrol. Reflexionemos sobre la experiencia vivida para aplicarla en próximas ocasiones. Ahora, todas las medidas que se tomen serán útiles solo si como ciudadanos somos capaces de reaccionar y comportarnos.

El éxito dependerá de nuestra capacidad para aceptarlas e implementarlas, entendemos que en momentos de angustia el ser humano puede mostrar sus mejores y peores cualidades. Esta amenaza mundial pone a prueba nuestra disciplina, nuestra responsabilidad social y por sobre todo nuestra capacidad de ser solidarios y compasivos para aumentar la resiliencia. Así, ante las adversidades, “Somos uno, somos todos”

Objeto de la ciencia de policía

¿Podríamos convivir sin normas de comportamiento? Por supuesto que no, si los seres humanos no siguiéramos unos estrictos códigos de conducta, la vida sería un caos. Es fácil evadir el cumplimiento de las leyes porque el ser humano tiene la predisposición a violarlas, basta con que exista una prohibición para que se intente infringirla.

En la historia de la humanidad la aplicación de reglas ha sido una constante, las cuales han dado un sentido práctico a la convivencia desde los primeros asentamientos de personas. Es así, que se han generado una multitud de acuerdos sociales, jurídicos, morales y convencionales, que implica la actuación de autoridades acreditadas para dictarlas y hacerlas cumplir.

Una serie de reglamentos bien desarrollados dan seguridad, establece los límites de las diferentes conductas y determina hasta donde puede actuar cada individuo. Muchas veces se considera que las restricciones coartan la libertad de las personas y es todo lo contrario, los estatutos establecen una serie de pautas a seguir, ya que en la sociedad que prevalezca la “ley del más fuerte”, no existe posibilidad de convivencia y esta es la que nos hace más humanos. El “buen vivir” es el deseo primordial de la humanidad, entendido como el equilibrio entre la comunidad, mediante el reconocimiento al Otro, como condición necesaria de nuestra propia existencia en sociedad.

Al ser el objeto de la ciencia de policía, la convivencia misma, las autoridades con atribuciones para dictar normas sobre el comportamiento de las comunidades, deben garantizar las condiciones que permitan sustentarlas en el tiempo, para que se traduzca en su “bien estar”

Es allí, cuando surge la finalidad de la ciencia de policía, como un agente modulador de la autoridad del Estado, que no solo se encarga de mantener la seguridad de la comunidad, sino que busca impartir un orden y exige el cumplimiento de las normas, con el objetivo de conseguir una mejor calidad de vida para los habitantes.

La ciencia de policía posee dos sentidos: el primero, hace referencia a todos los aspectos que contribuyen a la tranquilidad de la sociedad y se encuentran relacionados con proteger la disciplina social y el segundo, comprende los reglamentos que se poseen para el gobierno de la ciudad, los cuales se originan para que se cumpla el Estado Social de Derecho.

Finalmente, la ciencia de policía es una ciencia para la vida, cuyo interés es todo aquello que tiene derecho a vivir y está arraigado en las fibras más íntimas de la sociedad, en donde ningún conflicto presentado le es indiferente. Al ser el objeto de la ciencia de policía, la convivencia misma, las autoridades con atribuciones para dictar normas sobre el comportamiento de las comunidades, deben garantizar las condiciones que permitan sustentarlas en el tiempo, para que se traduzca en su “bien estar”. La buena salud social depende de la vida óptima del Estado, siendo el propósito de la ciencia de policía el mismo Estado en acción, el cual encamina el desarrollo de sus individuos para que sea integral.

Heroínas policiales

Las mujeres en Colombia siempre han sido protagonistas en la historia del país, participando desde la formación de la república, con el movimiento emancipador en el siglo XIX. La presencia de la mujer fue definitiva en las distintas fases de la Independencia, hicieron parte de la multitud que en las jornadas del 20 de julio exigieron la creación de la junta de gobierno, además bajo el régimen del terror instaurado por Morillo, se sumaron decididamente a la causa patriota y otras contravinieron la prohibición de hacer parte del ejército, y en la propia Batalla de Boyacá hubo mujeres que se armaron con fusiles. Evangelista Tamayo fue una de ellas, luchó bajo el mando de Bolívar, alcanzó el rango de capitán y murió en contienda en 1821.

Las mujeres tienen cada vez más relevancia en la Policía Nacional y asumen tareas de mayor riesgo y responsabilidad, incluyendo aquellas que en el pasado eran realizadas solo por los hombres. Hoy hacen parte de grupos operativos especializados, integran todas las especialidades del servicio policial y poseen cargos estratégicos en la jerarquía institucional, misiones que les exige profesionalismo, idoneidad, compromiso y una alta dosis de sacrificio. Ellas se han convertido en íconos de la tenacidad de todas las colombianas, porque son madres, hijas, esposas y también mujeres que darían hasta la vida propia por todos nosotros.

Nuestras heroínas policiales, a pesar del dolor físico y las cicatrices en su corazón, han demostrado que son luchadoras y aportan a la construcción del tejido social, liderando las acciones para encarar las adversidades…

Su actividad profesional cobra una mayor trascendencia en esta época, cuando las nuevas generaciones suelen olvidar a los hombres y mujeres, que en antaño se sacrificaron por la patria. Es así, que la mujer policía le imprime armonía a la labor policial, es la cara amable de la Institución y también la fortaleza y el carácter que permite en ocasiones, confrontar las adversidades con seguridad y aplomo.

Las mujeres incentivan el honor de ser policía, exteriorizando su valor dentro de la misión constitucional de proteger la vida y los bienes de la sociedad, en concordancia con el deber demostrado, siendo un símbolo de infinita fortaleza en el desarrollo del trabajo comunitario, preventivo y social; servidoras que ejemplifican la verdadera autoridad, basada en la confianza y la sabiduría forjada en el poder del amor, más no en la fuerza.

En Colombia, según las cifras del Registro Único de Víctimas (RUV), más de 4 millones de mujeres han sido golpeadas por la violencia, entre ellas cerca de 3 mil mujeres policías. Nuestras heroínas policiales, a pesar del dolor físico y las cicatrices en su corazón, han demostrado que son luchadoras y aportan a la construcción del tejido social, liderando las acciones para encarar las adversidades que afectan la tranquilidad de todos los colombianos, quienes con su experiencia han cimentado el rumbo de la nación aportando a la resiliencia de nuestra alma.

Cafetines y chicherías

La gran mayoría de ciudades de Colombia, surgieron de la implementación del modelo de construcción español, que se usó desde el descubrimiento de América hasta principios del s. XIX, el cual se caracterizaba por aglomerar en una plaza central, los diferentes poderes locales: el religioso, el político, el armado y el económico, convirtiéndose en un símbolo de la urbanización en el país. De este modo, los municipios colombianos se expandieron alrededor de estos centros de poder, en medio de cafetines, plazas de mercado y chicherías, constituyéndose en lugares de agitación, encuentros y desencuentros.

El 50% del crecimiento de las ciudades del país se ha realizado sin mayores procesos de planeación. Hoy, de cada 100 habitantes 77 viven en las cabeceras municipales, existen 5 ciudades con más de un millón de personas, 59 ciudades poseen casi un millón de habitantes y 620 tienen cerca de 100.000 colombianos, lo que se traduce en un nuevo estilo de vida que tiene inmensos efectos sociales.

Una ciudad mal pensada, con una insuficiente infraestructura física y de telecomunicaciones y con servicios públicos deficitarios, no es integrada ni sostenible y se convierte en una aliada en la generación de externalidades negativas, como la conflictividad social, la criminalidad, la congestión vehicular y la contaminación ambiental.

No contar con procesos de planeamiento a largo plazo, afecta el interés público y contribuye a que fracase el proyecto de ciudad, al incrementarse la segregación social y la exclusión. Desatender las nuevas formas urbanas, como patrones no planificados que se extienden y se renuevan, generan un alto costo al no tomar decisiones, haciendo que se produzca en la planificación errores irreversibles.

Las ciudades son un crisol donde se mezclan las culturas y las razas, se debe priorizar el consenso social sobre el tipo de sociedad que se desea construir, para mejorar la escuela pública, el acceso al mercado laboral y todo el andamiaje social

Los procesos de urbanismo son complejos, pero la administración pública debe interactuar con los diferentes agentes urbanos, para arbitrar entre los intereses de la comunidad, sus conflictos y diferencias, en pro de construir con esta las dimensiones físicas, sociales y político-administrativas de la ciudad.

La planeación urbana reta a las administraciones locales, como responsables del diseño de programas de desarrollo, las ciudades que planean procesos están en la posición de anticipar en vez de reaccionar, haciendo frente a la raíz del problema, para proveerle los bienes y servicios básicos a la comunidad y así el ciudadano pueda ejercer sus derechos y cumplir sus deberes.

Las ciudades son un crisol donde se mezclan las culturas y las razas, se debe priorizar el consenso social sobre el tipo de sociedad que se desea construir, para mejorar la escuela pública, el acceso al mercado laboral y todo el andamiaje social. Con una adecuada estrategia se incidirá en la economía urbana, impactando sobre las desigualdades y mejorando la seguridad ciudadana.

Guerra subterránea

Existen cálculos que permiten establecer que en Colombia el 20 por ciento de la cocaína y el 70 por ciento de la marihuana producida es usada para el consumo interno, sumado a la aparición de más de 30 nuevas drogas, entre estas las sintéticas que causan aún mayores daños a la salud de las personas. Se estima que al menos 1,4 millones de colombianos consumen alguna droga psicoactiva (según el DNP), lo que contribuye a que el tráfico local de estupefacientes se convierta en una temible economía ilícita, que alimenta el negocio de la muerte y realice transacciones al año entre 6 y 10 billones de pesos.

El “microtráfico” de drogas, nutre gran parte del crimen vivido en Colombia, se involucran en este desde las pandillas, combos o “ganchos” que administran las “ollas” hasta los grupos armados organizados y de delincuencia común, que intervienen en toda la cadena logística de producción, transporte y los servicios de distribución al cliente final.

Es tal, que durante los últimos cinco años se han cometido más de 30 mil homicidios, un 50 por ciento del total de los casos presentados en el país, los cuales se han finiquitado en la modalidad de sicariato y muchos se encuentran relacionados con los intereses de expendedores de narcóticos en menores cantidades.

Caso diferente con las llamadas “ollas”, un kilo de coca en Colombia cuesta diez veces menos, pero en el país lo rinden con diferentes sustancias para obtener de este hasta cuatro mil dosis o más, así la ganancia es similar a la venta en el exterior

El asunto ha tomado proporciones desbordadas y está apuntando a salirse de control. La situación refleja la gravedad de lo que está ocurriendo en materia de criminalidad en las ciudades de todo el país, las cuales tienen un común denominador: el microtráfico. Es un animal de mil cabezas que ha extendido sus tentáculos delincuenciales a las esquinas, parques y colegios públicos y privados.

Mediante fuertes organizaciones criminales que impulsan este fenómeno delincuencial, desplazando las comunidades en la disputa del territorio por el control del negocio, quienes tienen como sus víctimas favoritas a los niños y adolescentes, para introducirlos en un espiral de problemas mucho más graves que el consumo.

El “narcomenudeo”, aunque en el imaginario social pareciera un negocio pequeño, no lo es tanto, un kilo de alucinógeno, deja grandes ganancias vendido en las calles de alguna ciudad de Europa o Estados Unidos. Pero, en esta tarea los narcotraficantes corren un alto riesgo, los cuales van desde perder el “embarque” en incautaciones hasta ser capturados y extraditados.

Caso diferente con las llamadas “ollas”, un kilo de coca en Colombia cuesta diez veces menos, pero en el país lo rinden con diferentes sustancias para obtener de este hasta cuatro mil dosis o más, así la ganancia es similar a la venta en el exterior, sin enfrentar muchos de sus peligros. Ese es el lamentable éxito del microtráfico y lo que tiene a varias ciudades colombianas inmersas en una nueva guerra, para lo que debe integrarse políticas sociales y no solo medidas represivas.