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Casus belli

Las guerras de por sí son absurdas y nunca han debido existir. En la historia de la humanidad se han presentado millones de confrontaciones armadas, unas más grandes que otras y también unas más ridículas que otras, no solo por dominar territorios, sino civilizaciones enteras; entre otras razones. Jamás se ha podido entender ni determinar con claridad sus motivaciones (casus belli). ¿debemos asombrarnos o indignarnos?

Encontrándose en el poder el presidente hondureño Oswaldo López Arellano en 1969 estalló la Guerra de las Cien Horas, conflicto armado entre las Repúblicas de El Salvador y Honduras. Esta confrontación resultó al término de una competencia de fútbol para las eliminatorias de la Copa Mundo de 1970, sus causas reales eran más profundas: asuntos comerciales y políticos; el encuentro deportivo tan solo fue la chispa que incendió la guerra fratricida. 

Por el guano, estiércol de aves y murciélagos, rico en fósforo y nitrógeno, y excelente para la producción de abono y pólvora; se enfrentaron Chile, Bolivia y Perú a finales del s. XIX. Un gran depósito de guano se encontraba en el desierto de Atacama (Perú y Bolivia). La imposición de un impuesto fue la causa de la guerra. La disputa por la caca terminó en confrontación y fue conocida como la Guerra del Guano.

Otra curiosa confrontación es la Guerra de los Pasteles. Todo comenzó en 1828, cuando un enfrentamiento civil en México destruyó la panadería de un chef francés que vivía allí, quien afirmó que los responsables de los daños fueron oficiales del ejército del país. El chef solicitó una reparación, pero nunca la logró. Él reportó el caso al rey francés Luís Felipe I, Francia bloqueó los puertos mexicanos y apresó las naves de la nación.

La lista continua en extensión y cada vez más curiosa, desde una confrontación entre Estados Unidos y el Reino Unido que se inició por la muerte de un cerdo, mientras disputaban el control de las Islas San Juan en 1859; también la guerra más larga de toda la historia, la cual se prolongó un total de 335 años entre los Países Bajos y las Islas Sorlingas; la guerra más corta, con una duración de 38 minutos en 1896 entre Inglaterra y el sultanato de Zanzíbar (Tanzania). Así mismo y aún más inédita la absurda batalla de Karansebes, famosa por haber sucedido dentro del mismo ejército austriaco, el enfrentamiento dejó 9.000 muertos.

El mundo está asolado por las guerras y estas nunca han resuelto los problemas, por el contrario los ha planteado y aumentado todos. La guerra jamás ha creado algo positivo, sin embargo ha arrasado los cimientos de la sociedad. Entonces, ¿por qué hay tantas guerras? Como lo decía Martín Lutero “la guerra es la más grande plaga que azota a la humanidad; destruye la religión, destruye naciones, destruye familias. Es el peor de los males”.

Publicada en: https://www.cronicadelquindio.com/opinion/opinion/casus-belli

Sociedad resiliente

La investigación realizada por el Grupo de Memoria Histórica (2013) permite concluir que la confrontación se radicalizó y se degradó a tal punto que las agrupaciones armadas ilegales cometieron masacres, crímenes sexuales, despojo de bienes y otros hechos con los cuales “castigaban” a sus adversarios y a la población civil, causando la muerte de aproximadamente 220.000 personas, 27.000 secuestros, 25.000 víctimas de desapariciones, desplazamiento forzado de 5 millones de personas y al menos 10.000 más fueron víctimas de lesiones de minas antipersona, evidencia de la dimensión tan abrumadora de los hechos vividos por más de cinco décadas. Tomando como referente el ámbito geográfico interno, los muertos presentados equivalen a la desaparición de la población de ciudades enteras como Itagüí o Riohacha.

Es así que en esta nueva etapa del país, se requiere como sociedad fomentar la capacidad para construir las potencialidades necesarias en torno a seguir proyectándonos en el futuro a pesar de los acontecimientos desestabilizadores, las condiciones de vida difíciles y los traumas causados por la violencia y el terror. 

A mediados del s. XX, las ciencias humanas comenzaron a utilizar el término resiliencia para referirse a la condición que permitía superar las situaciones adversas y lograr sobresalir de las presiones y dificultades cuando en su lugar otras personas o grupos sociales no podían hacerlo y seguir adelante con un proyecto de vida. Esto es de importancia porque demuestra en la historia la forma en que ciudades enteras y sus habitantes han superado las guerras y fuertes escenarios de violencia.

La resiliencia no es un rasgo que las sociedades y los individuos posean o no posean. Conlleva conductas, pensamientos y acciones que cualquier sujeto y sus conglomerados pueden aprender y desarrollar. Se trata de una nueva visión de la manera en que los diferentes seres humanos afrontan posibles causas de estrés: malas condiciones y vejaciones en la familia, secuestros y situaciones de crisis como las causadas por la violencia y el terror, las grandes pérdidas económicas o de otra índole.

Las sociedades “resilientes” se destacan por poseer un alto nivel de competencia en distintas áreas, ya sea intelectual y emocional como la autoestima, sentimientos de esperanza, autonomía e independencia. La resiliencia es una característica que surge del producto de una interacción positiva entre el componente personal y ambiental de la sociedad, pero también como una forma para poder responder ante situaciones de conflicto.

La resiliencia es más que resistir, es también reaprender a vivir, es mostrarle un rostro diferente al mundo cuando se sobrepasan las duras pruebas que nos da la vida y especialmente ante las consecuencias que nos deja el conflicto (físicas y psicológicas). Por lo tanto la resiliencia, como el deseo de sobrellevar y superar las situaciones de desesperanza hacen que las sociedades y los seres humanos replanteen su existencia buscando fortalecer lo que antes era débil.

Publicada en: https://www.cronicadelquindio.com/opinion/opinion/sociedad-resiliente

Educar es la solución

La crueldad que emplea un niño para relacionarse con sus compañeros de clase, como la violencia con la que desmiembra un animal o le causa daño a su mascota, constituye una señal de aviso a los padres y a todos los responsables en la tarea educadora de los niños, niñas y adolescentes. Nos debemos entonces cuestionar ¿qué estamos haciendo como padres y educadores para disminuir desde la educación y la crianza, los niveles de violencia? 

En este orden de ideas, la violencia evidencia la relación existente entre la debilidad de los procesos formativos y los factores que inciden en ella. Según la teoría de conflictos de Johan Galtung (1998), la violencia es la agudización negativa de la crisis en tres dimensiones: la violencia directa, siendo el eje más evidente de ésta, manifestándose de forma física, verbal o psicológica (comportamientos contrarios a la convivencia y delitos); la violencia cultural materializándose en ideología, se utiliza para justificar o legitimar el daño al otro; y la violencia estructural la que se presenta en aquellas situaciones en las que no existe satisfacción de las necesidades humanas básicas (ausencia de mínimos vitales, educación, salud, inclusión).

El violentar al otro, se enquista en el educando, principalmente por descuido o ignorancia de los padres y en el colegio por la falta de preparación de los maestros. Es entonces en el seno de la familia, el espacio en que sin lugar a dudas debe cumplirse de manera natural, obligatorio e indelegable la formación en valores, solo complementado por la labor del educador en la etapa escolar en donde deben reforzarse los valores enseñados en casa. 

El amor, la alegría de vivir y todo lo que implique la armonía, el respeto por sí mismo y por los demás, es generado por la acción de la educación en valores. A quienes no se les enseña y no logran aprender a amarse y a respetarse a sí mismos, serán incapaces de amar y respetar a las personas de su entorno.

La verdadera educación de nuestros hijos debe ser la encargada de permitir que aprendan a dar valor a la interacción social con sus semejantes, lo cual les ayudará a convivir de mejor manera y a sentirse cómodos en los ambientes en que se relacionan. Valores como la amistad, la comprensión, la tolerancia, la paciencia, la solidaridad y el respeto, son esenciales para un sano desarrollo de los niños. Interiorizarlos correctamente hace imposible matar, imposible odiar, imposible ser injustos y finalmente encontrar la verdad en la vida, ya que son acciones voluntarias y de carácter individual realizadas bajo nuestros preceptos éticos. 

La formación en valores, virtudes éticas y cívicas es una orientación inteligente y desde luego amorosa. Al enseñarle a un niño a conocer hasta donde van los límites de sus actuaciones, será un mejor ciudadano que aportará al cambio que requieren las comunidades actuales para una convivencia saludable y pacífica. Finalmente, un niño educado para valorar a los demás, es más fácilmente valorado.

Publicada en: https://www.cronicadelquindio.com/opinion/opinion/educar-es-la-solucin

Sacrificio supremo

A partir del inicio de nuestra historia republicana al final de la campaña libertadora, han surgido en nuestro país diferentes manifestaciones de violencia y criminalidad, desde las más comunes como el hurto, hasta los delitos asociados en la actualidad con el ataque a las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, pasando por el cruel y doloroso acto del homicidio.

Adicionalmente hemos sufrido por varias épocas fenómenos relacionados con subversión, terrorismo, secuestro, extorsión y narcotráfico, los cuales han conmocionado a la sociedad colombiana; y siempre la Policía Nacional de Colombia ha estado ahí para confrontarlos.

Como profesionales de policía estamos preparados para dominar los miedos y actuar con coraje y fuerza de voluntad superando los desafíos y dando la cara a las adversidades, siempre perseverando y sin permitirnos duda alguna.

La valentía nos hace ir más allá, dejando atrás los prejuicios personales y enfrentando las situaciones diarias que conllevan el ejercicio de la profesión, la gran mayoría de las cuales implican riesgo a la vida propia y el deber de asistir y cuidar la integridad de los demás; esto nos ha motivado a poseer tenacidad y un valor entusiasta hacia la responsabilidad en el servicio policial garantizando la tranquilidad de todos los habitantes en el territorio colombiano.

En el desarrollo de nuestra actividad profesional surge el sacrificio supremo, el dar la vida por los ciudadanos, así nos hemos comprometido cada uno de los 180 mil hombres policías que integramos la Institución y lo ratificamos en el juramento solemne que todos los uniformados realizamos: “…llegar hasta el sacrificio en cumplimiento de nuestro deber para con la patria y para con el pueblo…”. 

A lo largo de estos 126 años de historia han existido un sinnúmero de héroes integrantes de la institución policial, víctimas de los oscuros agentes del desorden y la violencia. Recordemos la crónica de la trágica muerte, a palo y piedra, de Julio Martín agente de cuarto rango, ocurrida el 17 de enero de 1893 en una revuelta de artesanos, quien es conocido por convertirse en el primer mártir de la Policía Nacional de Colombia e igualmente a los 11.000 uniformados asesinados en la cronología institucional.

Nos encontramos afligidos, los victimarios nos han marcado en el alma, pero esto nunca nos va a desanimar, vamos a continuar nuestra vocación, no solo para entregar a los criminales a la justicia, sino hasta desterrar de nuestro país la estela de la delincuencia y el terror. 

Sentimos el dolor entre las lágrimas y el llanto por la evocación del ser amado, hombre o mujer policía asesinado, expresado por sus padres, parejas e hijos transitando el camino del sufrimiento; llenémoslos de condolencias y rodeémoslos de amor.

En honor a la memoria de nuestros héroes de la Policía Nacional de Colombia, quienes ofrendaron su vida en cumplimiento de su deber, elevemos una oración y ofrezcámosles un minuto de silencio. Un momento sagrado para el recuerdo de aquellos que ganaron la paz y de cuya fuerza y esperanza sale nuestra fe en el mañana. 

Publicada en: https://www.cronicadelquindio.com/opinion/opinion/sacrificio-supremo

Vencer el miedo

Los atentados recientes en Barcelona, París, Bruselas, Londres entre otras ciudades, muestran que nos encontramos ante una forma de violencia fuera de todos los parámetros conocidos. Reflejando adicionalmente un preocupante regreso del terrorismo transnacional cometido por organizaciones comprometidas con Al-Qaeda después del 11 de septiembre de 2001 (11-S). Se trata de una confrontación diferente a todas las anteriores, la cual requiere medidas prospectivas alejadas de los esquemas tradicionales que se utilizan en los conflictos clásicos y no solo actuaciones reactivas.

El fenómeno del terrorismo se ha extendido y agravado en Occidente según el reporte del índice de terrorismo global (2016) elaborado por el Institute for Economics and Peace. Su número de víctimas viene en constante aumento desde el 2010 y el impacto territorial ha tenido ahora un mayor alcance entre el 2015 y 2016, así se evidenció con la proliferación de atentados en diferentes lugares del mundo y principalmente contra miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), pasando en 2014 de ser 13 los países con registro de ataques a 28 naciones atacadas durante el 2015. 

Los objetivos de los atentados en los últimos años, han sido primordialmente civiles y sin ningún valor militar, como el indiscriminado ataque terrorista en el paseo de Las Ramblas en Barcelona, perpetrado por miembros de Daesh, (transliteración de su acrónimo árabe), a quienes denominarlos de otra manera es otorgarles legitimidad. Al igual que los hechos del 11-S, con el atentado contra el World Trade Center y otros blancos, las acciones realizadas recientemente están marcando un antes y un después, y generando unas consecuencias psicológicas muy arraigadas en las sociedades que lo sufren.

Adicionalmente a lo descrito el costo económico global del terrorismo en 2015 fue de US$89 mil millones y en zonas en donde es mayor el impacto de la amenaza, como en el caso de Irak las cifras aún son superiores, para la economía iraquí el valor fue del 17% de su PIB en 2015.

Por su parte, la ciudadanía tiene la gran responsabilidad de emprender una cultura de colaboración para reducir la capacidad de los terroristas en cometer sus acciones y es deber de los Estados reconsiderar el concepto de seguridad actual y evaluar las potenciales amenazas, igualmente se requiere la aplicación de estrictas medidas disuasivas y el empleo de herramientas tecnológicas en lugares de masiva concurrencia de público, implementar controles en las fronteras y sus pasos aduaneros, desarrollar estrategias policiales y políticas de seguridad con el fin de contarrestar los nuevos riesgos, como el afianzamiento del Modelo Nacional de Vigilancia Comunitaria por Cuadrantes, la dinamización de las instancias de cooperación internacional y la optimización de la investigación criminal, actividades que la Policía Nacional de Colombia ya viene adelantando. Con esta respuesta íntegra y efectiva cambiará la forma de encauzar la lucha, demostrando que sí se puede tomar el control; vencer el miedo es nuestra meta y así se derrotará el terror.

Publicada en: https://www.cronicadelquindio.com/opinion/opinion/vencer-el-miedo

Los tiempos del ruido

Más que leyes y códigos para autorregularnos, como meta debe primar la educación acerca de la convivencia ciudadana, con el fin de aprender a cohabitar en sociedad. En este mes y con el objetivo de aportar a tal fin, entró en firme las multas del nuevo Código Nacional de Policía y Convivencia -Ley 1801/2016-, contemplando sanciones severas frente a los comportamientos contrarios a la convivencia realizados por los ciudadanos, que sin duda serán útiles, pero nunca suficientes si no se complementan con procesos pedagógicos de edificación de cultura y de formación en ciudadanía y valores desde el hogar y la escuela.

El antiguo Código Nacional de Policía -Ley 1355/1970-, se encontraba desactualizado y no era acorde para solucionar los problemas que nos aquejaban en estos días, por tal motivo fue necesario y valioso su actualización.

El nuevo Código Nacional de Policía y Convivencia vigente desde el 30 de enero de 2017, detalla los derechos ciudadanos, regula las diferentes actuaciones sociales, enfatiza en las relaciones respetuosas que se debe tener con niños y adolescentes, y demás personas en condición de vulnerabilidad, como también identifica los comportamientos que afectan la actividad económica, castiga el uso de celulares robados e introducirse en el transporte público sin pagar sus tarifas. Igualmente aunque existe legislación al respecto, hace especial énfasis en el cuidado del recurso hídrico, la fauna, la flora, el aire, la minería y la tenencia de mascotas.

Es el momento de olvidar conductas como el incumplimiento, la ilegalidad y la intolerancia, lo que nos ha encauzado a ser propensos a infringir las leyes, buscar atajos y generar conflictos en la sociedad. Este nuevo Código con sus normas claras y las herramientas necesarias para hacerlo cumplir, es fundamental y aporta en el encausamiento correcto del comportamiento ciudadano y los conglomerados sociales.

Están quedando atrás los días en donde predominaba la intolerancia y la violencia social, las cifras ya lo demuestran en los siete meses que lleva en ejecución este “manual de convivencia”: el homicidio en la modalidad de riña ha disminuido un 9% (-188 casos) y aquellos cometidos mediante el empleo de arma cortopunzante han descendido un 13% (-184 casos); las lesiones personales han decrecido un 21% (-15.947 casos) y las cometidas con arma cortopunzante disminuyeron un 16% (-2.086 casos), reporte suministrado por el sistema de información estadístico de la Policía Nacional.

Acudo a la anécdota relatada por Joseph Cassani (1741), acerca de un estruendo de varios minutos presentado en marzo de 1687 que alarmó a los habitantes de Bogotá, suceso extraño que fusionó la realidad y la imaginación creando el referente “los tiempos del ruido”, empleado para ponderar la antigüedad de algo o describir un hecho de épocas remotas. Es así que en el pasado se deben abandonar los antivalores usados durante muchos años, generándose una interacción pacífica, respetuosa y armónica entre las personas, con los bienes y con el medio ambiente.

Publicada en: https://www.cronicadelquindio.com/opinion/opinion/los-tiempos-del-ruido