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Ciudades: hot spots

Los sociólogos Henry McKay y Clifford Shaw al inicio de la década de 1940, realizaron una investigación sobre el comportamiento criminal en la ciudad de Chicago. Tomando un mapa de “Windy City” como es conocida, comenzaron a marcar manualmente los lugares donde se presentaban sus diferentes delitos. Los investigadores concluyeron que el crimen no se distribuía de manera uniforme a lo largo de la metrópoli, sino que se aglutinaba en determinados sitios. Así se creó el primer mapa de hot spots criminales.

“Punto caliente o crítico” es la traducción de hot spot, el término hace alusión a un lugar donde existe alta concentración de un fenómeno, en este caso la presencia de delitos. Actualmente, los hot spots ya no se realizan marcando puntos manualmente en un plano, gracias a los avances tecnológicos los mapas de hot spots (mapas de calor) pueden ser fácilmente elaborados con software especializados, para su identificación es necesario contar con información estadística de buena calidad e incluso es posible graficar los cambios de la criminalidad a lo largo del tiempo (días, semanas, meses, años), convirtiéndolos en una herramienta poderosa de análisis y de prevención del crimen. 

Con el fin de entender porqué la actividad criminal se agrupa en unos sitios puntuales y en otros no, es necesario acudir a varias teorías de la criminología ambiental las cuales exponen este fenómeno: teorías sobre la rutina, la prevención situacional del delito, las ventanas rotas (broken windows) y las pautas delictivas; explican las características específicas de algunos lugares que los hacen más propensos a la ocurrencia del crimen.

Hoy no existe una única metodología para la identificación correcta de puntos críticos, estas pueden variar de acuerdo con las características particulares de cada delito y los instrumentos de análisis espacio temporal que se utilicen. La adopción de una teoría de puntos críticos específica y los parámetros matemáticos determinarán el tamaño del punto crítico y la atención que se deba implementar.

La intervención de una zona con la metodología de puntos críticos, hace necesario que las políticas públicas de seguridad contemplen acciones dirigidas a la eliminación de refuerzos ambientales que facilitan que el crimen se arraigue en algunos lugares. Es donde la prevención se convierte en un elemento fundamental para el manejo y control de puntos críticos, esta política debe estar enfocada a reducir las oportunidades para la comisión de delitos e ir mejorando la percepción de seguridad de la población en determinados territorios, a través de estrategias orientadas a modificar ciertos factores y condiciones de riesgo físico, generando además la creación o restablecimiento de entornos de calidad, seguros, integradores, que acojan la diversidad de funciones y usuarios.

Publicada en: https://www.cronicadelquindio.com/opinion/opinion/ciudades-hot-spots

Cooperación internacional

La Policía Nacional con su trayectoria institucional, lidera la internacionalización de sus experiencias relacionadas con la convivencia y seguridad ciudadana en el país, alineada con la política exterior del gobierno nacional, siendo un instrumento que permite cerrarle espacios a los diferentes fenómenos del crimen en la región.

Bajo este enfoque y en el marco del horizonte de “cooperación internacional”, establecido por la dirección general de la institución, se apoya diferentes países que solicitan la asesoría mediante la asistencia técnica y tecnológica, la interacción con las lecciones aprendidas, la profesionalización y capacitación de sus cuerpos de policía, en los ámbitos del servicio que se requieran.

Es así, que en los últimos años se ha dispuesto la participación de integrantes de la Policía Nacional de Colombia, quienes han sido destinados como asesores en las diferentes especialidades del servicio, con la finalidad de aportar a sus procesos misionales, orientado al mejoramiento del desempeño y al fortalecimiento de instituciones policiales especialmente en Centroamérica.

En el caso de Honduras, entre 2007 y 2012 se registró un aumento de 960 homicidios por año, que lo llevó a ser considerado uno de los países más violentos del mundo; en el año 2012 desde la presidencia de la República, se realiza un análisis de la problemática y de la situación de su Policía Nacional, la cual presentaba altos índices de falta de credibilidad y pérdida de confianza, planteándose una reestructuración a través de una alianza estratégica por intermedio de los diferentes convenios internacionales vigentes. 

Mediante el principio de corresponsabilidad y en respuesta a sus requerimientos, la Policía Nacional de Colombia formuló un plan de acción para la defensa de los intereses y necesidades del país, con el fin de conducir a la consolidación de sus diferentes procesos internos que permitan una lucha efectiva e integral en contra de las amenazas a la convivencia y seguridad ciudadana e incremento de la credibilidad institucional.

Implementándose un nuevo servicio de policía comunitaria bajo el modelo de cuadrantes colombiano, en cuanto a la investigación criminal se asesora la Dirección Policial de Investigaciones en el mejoramiento de los procesos de policía judicial, criminalística, criminología y la correcta administración de la información criminal y el acompañamiento a la lucha contra el secuestro.

El avance alcanzado en la consolidación de la seguridad ciudadana, ha obtenido resultados importantes: reduciendo 28 puntos la tasa de homicidios; el secuestro ha descendido un 79.3% y el Índice Global de Paz destaca que Honduras ha mejorado cinco puestos, ubicándolo como el país centroamericano que ha registrado el principal progreso en paz y seguridad.

Publicada en: https://www.cronicadelquindio.com/opinion/opinion/cooperacin-internacional

La desgracia de La Oroya

Los orgullosos e imponentes incas nunca hubiesen imaginado que una ciudad, utilizaría el nombre que ellos le daban a una forma de transporte muy rudimentaria de cruzar los precipicios de la agreste geografía peruana, para trasladar carga y personas en arcaicos calambucos, por el rio que en lengua quechua era conocido por sus habitantes como Hatunmayo (rio grande), actualmente rio Mantaro. La referencia a esta manera de locomoción de la época, es hoy vergüenza en su país y olvido de Suramérica: La Oroya, capital de la provincia de Yauli, a poca distancia de Lima y punto intermedio entre la selva central y la costa del Perú, es el lugar en donde la gente está condenada a muerte antes de los 40 años de edad.

La desgracia de La Oroya comenzó en 1922, cuando se convirtió en un centro de operaciones metalúrgicas. Desde aquella época la vida de sus 33 mil habitantes gira en torno a las necesidades de la fundición, industria responsable de la generación de nubes llenas de metales pesados que se emiten constantemente al medio ambiente, por chimeneas que parecen ser las dueñas del cielo local. La mayoría de la población poseen plomo y otros agentes tóxicos envenenando sus cuerpos, y muchos sufren enfermedades respiratorias crónicas.

El Instituto Blacksmith (2013) de Nueva York catalogó a La Oroya como la quinta ciudad menos recomendable para vivir en el planeta, encontrándose al mismo nivel de Chernobyl, que fue arrasada por un desastre nuclear y superando a la población de Linfen, en China, que contamina con carbón a 3 millones de seres humanos.

A todas luces, el caso de La Oroya es muy preocupante por el impacto negativo sobre las personas residentes y la naturaleza, y algo relevante que surge de la situación es pensar en cuántas “Oroyas” más hay en Latinoamérica y especialmente en Colombia. Como país rico en recursos naturales, desde los gobiernos locales se debe actuar y defender los intereses de los ciudadanos, evitando se destruya el medio ambiente y se consuma el último aliento de la tierra, empobreciendo y enfermando a las comunidades.

Ante este panorama el compromiso de los empresarios también debe ser promover y actuar con un cambio de mentalidad hacia los mercados, ya que no se trata de liquidar la industria, pero sí combatir la personalidad psicópata que poseen algunas. Las empresas pueden desarrollar cualquier tipo de modelo de negocio, siempre que tengan un propósito lícito y no exista una prohibición por disposición de la ley para que desempeñen sus actividades, y la finalidad de estas no sea a costa de la comunidad y el medio ambiente, como personas jurídicas, tienen derechos amparados por la ley similares a los de una persona natural, sin embargo ostentan obligaciones que les imposibilita la opción de atropellar a la población y su entorno.

Publicada en: https://www.cronicadelquindio.com/opinion/opinion/la-desgracia-de-la-oroya

Casus belli

Las guerras de por sí son absurdas y nunca han debido existir. En la historia de la humanidad se han presentado millones de confrontaciones armadas, unas más grandes que otras y también unas más ridículas que otras, no solo por dominar territorios, sino civilizaciones enteras; entre otras razones. Jamás se ha podido entender ni determinar con claridad sus motivaciones (casus belli). ¿debemos asombrarnos o indignarnos?

Encontrándose en el poder el presidente hondureño Oswaldo López Arellano en 1969 estalló la Guerra de las Cien Horas, conflicto armado entre las Repúblicas de El Salvador y Honduras. Esta confrontación resultó al término de una competencia de fútbol para las eliminatorias de la Copa Mundo de 1970, sus causas reales eran más profundas: asuntos comerciales y políticos; el encuentro deportivo tan solo fue la chispa que incendió la guerra fratricida. 

Por el guano, estiércol de aves y murciélagos, rico en fósforo y nitrógeno, y excelente para la producción de abono y pólvora; se enfrentaron Chile, Bolivia y Perú a finales del s. XIX. Un gran depósito de guano se encontraba en el desierto de Atacama (Perú y Bolivia). La imposición de un impuesto fue la causa de la guerra. La disputa por la caca terminó en confrontación y fue conocida como la Guerra del Guano.

Otra curiosa confrontación es la Guerra de los Pasteles. Todo comenzó en 1828, cuando un enfrentamiento civil en México destruyó la panadería de un chef francés que vivía allí, quien afirmó que los responsables de los daños fueron oficiales del ejército del país. El chef solicitó una reparación, pero nunca la logró. Él reportó el caso al rey francés Luís Felipe I, Francia bloqueó los puertos mexicanos y apresó las naves de la nación.

La lista continua en extensión y cada vez más curiosa, desde una confrontación entre Estados Unidos y el Reino Unido que se inició por la muerte de un cerdo, mientras disputaban el control de las Islas San Juan en 1859; también la guerra más larga de toda la historia, la cual se prolongó un total de 335 años entre los Países Bajos y las Islas Sorlingas; la guerra más corta, con una duración de 38 minutos en 1896 entre Inglaterra y el sultanato de Zanzíbar (Tanzania). Así mismo y aún más inédita la absurda batalla de Karansebes, famosa por haber sucedido dentro del mismo ejército austriaco, el enfrentamiento dejó 9.000 muertos.

El mundo está asolado por las guerras y estas nunca han resuelto los problemas, por el contrario los ha planteado y aumentado todos. La guerra jamás ha creado algo positivo, sin embargo ha arrasado los cimientos de la sociedad. Entonces, ¿por qué hay tantas guerras? Como lo decía Martín Lutero “la guerra es la más grande plaga que azota a la humanidad; destruye la religión, destruye naciones, destruye familias. Es el peor de los males”.

Publicada en: https://www.cronicadelquindio.com/opinion/opinion/casus-belli

Sociedad resiliente

La investigación realizada por el Grupo de Memoria Histórica (2013) permite concluir que la confrontación se radicalizó y se degradó a tal punto que las agrupaciones armadas ilegales cometieron masacres, crímenes sexuales, despojo de bienes y otros hechos con los cuales “castigaban” a sus adversarios y a la población civil, causando la muerte de aproximadamente 220.000 personas, 27.000 secuestros, 25.000 víctimas de desapariciones, desplazamiento forzado de 5 millones de personas y al menos 10.000 más fueron víctimas de lesiones de minas antipersona, evidencia de la dimensión tan abrumadora de los hechos vividos por más de cinco décadas. Tomando como referente el ámbito geográfico interno, los muertos presentados equivalen a la desaparición de la población de ciudades enteras como Itagüí o Riohacha.

Es así que en esta nueva etapa del país, se requiere como sociedad fomentar la capacidad para construir las potencialidades necesarias en torno a seguir proyectándonos en el futuro a pesar de los acontecimientos desestabilizadores, las condiciones de vida difíciles y los traumas causados por la violencia y el terror. 

A mediados del s. XX, las ciencias humanas comenzaron a utilizar el término resiliencia para referirse a la condición que permitía superar las situaciones adversas y lograr sobresalir de las presiones y dificultades cuando en su lugar otras personas o grupos sociales no podían hacerlo y seguir adelante con un proyecto de vida. Esto es de importancia porque demuestra en la historia la forma en que ciudades enteras y sus habitantes han superado las guerras y fuertes escenarios de violencia.

La resiliencia no es un rasgo que las sociedades y los individuos posean o no posean. Conlleva conductas, pensamientos y acciones que cualquier sujeto y sus conglomerados pueden aprender y desarrollar. Se trata de una nueva visión de la manera en que los diferentes seres humanos afrontan posibles causas de estrés: malas condiciones y vejaciones en la familia, secuestros y situaciones de crisis como las causadas por la violencia y el terror, las grandes pérdidas económicas o de otra índole.

Las sociedades “resilientes” se destacan por poseer un alto nivel de competencia en distintas áreas, ya sea intelectual y emocional como la autoestima, sentimientos de esperanza, autonomía e independencia. La resiliencia es una característica que surge del producto de una interacción positiva entre el componente personal y ambiental de la sociedad, pero también como una forma para poder responder ante situaciones de conflicto.

La resiliencia es más que resistir, es también reaprender a vivir, es mostrarle un rostro diferente al mundo cuando se sobrepasan las duras pruebas que nos da la vida y especialmente ante las consecuencias que nos deja el conflicto (físicas y psicológicas). Por lo tanto la resiliencia, como el deseo de sobrellevar y superar las situaciones de desesperanza hacen que las sociedades y los seres humanos replanteen su existencia buscando fortalecer lo que antes era débil.

Publicada en: https://www.cronicadelquindio.com/opinion/opinion/sociedad-resiliente

Educar es la solución

La crueldad que emplea un niño para relacionarse con sus compañeros de clase, como la violencia con la que desmiembra un animal o le causa daño a su mascota, constituye una señal de aviso a los padres y a todos los responsables en la tarea educadora de los niños, niñas y adolescentes. Nos debemos entonces cuestionar ¿qué estamos haciendo como padres y educadores para disminuir desde la educación y la crianza, los niveles de violencia? 

En este orden de ideas, la violencia evidencia la relación existente entre la debilidad de los procesos formativos y los factores que inciden en ella. Según la teoría de conflictos de Johan Galtung (1998), la violencia es la agudización negativa de la crisis en tres dimensiones: la violencia directa, siendo el eje más evidente de ésta, manifestándose de forma física, verbal o psicológica (comportamientos contrarios a la convivencia y delitos); la violencia cultural materializándose en ideología, se utiliza para justificar o legitimar el daño al otro; y la violencia estructural la que se presenta en aquellas situaciones en las que no existe satisfacción de las necesidades humanas básicas (ausencia de mínimos vitales, educación, salud, inclusión).

El violentar al otro, se enquista en el educando, principalmente por descuido o ignorancia de los padres y en el colegio por la falta de preparación de los maestros. Es entonces en el seno de la familia, el espacio en que sin lugar a dudas debe cumplirse de manera natural, obligatorio e indelegable la formación en valores, solo complementado por la labor del educador en la etapa escolar en donde deben reforzarse los valores enseñados en casa. 

El amor, la alegría de vivir y todo lo que implique la armonía, el respeto por sí mismo y por los demás, es generado por la acción de la educación en valores. A quienes no se les enseña y no logran aprender a amarse y a respetarse a sí mismos, serán incapaces de amar y respetar a las personas de su entorno.

La verdadera educación de nuestros hijos debe ser la encargada de permitir que aprendan a dar valor a la interacción social con sus semejantes, lo cual les ayudará a convivir de mejor manera y a sentirse cómodos en los ambientes en que se relacionan. Valores como la amistad, la comprensión, la tolerancia, la paciencia, la solidaridad y el respeto, son esenciales para un sano desarrollo de los niños. Interiorizarlos correctamente hace imposible matar, imposible odiar, imposible ser injustos y finalmente encontrar la verdad en la vida, ya que son acciones voluntarias y de carácter individual realizadas bajo nuestros preceptos éticos. 

La formación en valores, virtudes éticas y cívicas es una orientación inteligente y desde luego amorosa. Al enseñarle a un niño a conocer hasta donde van los límites de sus actuaciones, será un mejor ciudadano que aportará al cambio que requieren las comunidades actuales para una convivencia saludable y pacífica. Finalmente, un niño educado para valorar a los demás, es más fácilmente valorado.

Publicada en: https://www.cronicadelquindio.com/opinion/opinion/educar-es-la-solucin