¿Podríamos convivir sin normas de comportamiento? Por supuesto que no, si los seres humanos no siguiéramos unos estrictos códigos de conducta, la vida sería un caos. Es fácil evadir el cumplimiento de las leyes porque el ser humano tiene la predisposición a violarlas, basta con que exista una prohibición para que se intente infringirla.
En la historia de la humanidad la aplicación de reglas ha sido una constante, las cuales han dado un sentido práctico a la convivencia desde los primeros asentamientos de personas. Es así, que se han generado una multitud de acuerdos sociales, jurídicos, morales y convencionales, que implica la actuación de autoridades acreditadas para dictarlas y hacerlas cumplir.
Una serie de reglamentos bien desarrollados dan seguridad, establece los límites de las diferentes conductas y determina hasta donde puede actuar cada individuo. Muchas veces se considera que las restricciones coartan la libertad de las personas y es todo lo contrario, los estatutos establecen una serie de pautas a seguir, ya que en la sociedad que prevalezca la “ley del más fuerte”, no existe posibilidad de convivencia y esta es la que nos hace más humanos. El “buen vivir” es el deseo primordial de la humanidad, entendido como el equilibrio entre la comunidad, mediante el reconocimiento al Otro, como condición necesaria de nuestra propia existencia en sociedad.
Al ser el objeto de la ciencia de policía, la convivencia misma, las autoridades con atribuciones para dictar normas sobre el comportamiento de las comunidades, deben garantizar las condiciones que permitan sustentarlas en el tiempo, para que se traduzca en su “bien estar”
Es allí, cuando surge la finalidad de la ciencia de policía, como un agente modulador de la autoridad del Estado, que no solo se encarga de mantener la seguridad de la comunidad, sino que busca impartir un orden y exige el cumplimiento de las normas, con el objetivo de conseguir una mejor calidad de vida para los habitantes.
La ciencia de policía posee dos sentidos: el primero, hace referencia a todos los aspectos que contribuyen a la tranquilidad de la sociedad y se encuentran relacionados con proteger la disciplina social y el segundo, comprende los reglamentos que se poseen para el gobierno de la ciudad, los cuales se originan para que se cumpla el Estado Social de Derecho.
Finalmente, la ciencia de policía es una ciencia para la vida, cuyo interés es todo aquello que tiene derecho a vivir y está arraigado en las fibras más íntimas de la sociedad, en donde ningún conflicto presentado le es indiferente. Al ser el objeto de la ciencia de policía, la convivencia misma, las autoridades con atribuciones para dictar normas sobre el comportamiento de las comunidades, deben garantizar las condiciones que permitan sustentarlas en el tiempo, para que se traduzca en su “bien estar”. La buena salud social depende de la vida óptima del Estado, siendo el propósito de la ciencia de policía el mismo Estado en acción, el cual encamina el desarrollo de sus individuos para que sea integral.