Transitamos en la etapa final de un ciclo y es el momento para realizar la rendición de cuentas de las actividades del año que termina. Las celebraciones de cierre de año, al menos en Occidente, adicional a los convites y buenos deseos que trae, es la oportunidad para elaborar balances tanto personales como profesionales, debemos meditar en los hechos que acontecieron durante el año y proyectar con esperanza los del próximo. Aunque no todo termina hoy cuando suene la útima campanada de la medianoche, sí es necesario efectuar una reflexión sobre nuestras vidas.
El balance personal es una manera de acoplarnos con nosotros mismos, generando un recuento de los sucesos negativos y positivos que sobrevinieron; es el momento para autoevaluarnos y reconocer nuestras fortalezas y debilidades, por lo cual debe hacerse sin apremios, aunque cada quien la debe realizar a su estilo, lo fundamental es no iniciar el nuevo año sin haber hecho un alto en el camino. Asimismo, preparamos el terreno que está por llegar, y tomamos de las lecciones aprendidas las herramientas para no cometer los mismos errores, lo que se traduce en oportunidades de mejora; ejercicio necesario que nos permite medir el desempeño individual y observar nuestra constancia y compromiso.
Ya realizado el balance de fin de año -en especial de nuestros hábitos- debemos centrarnos en formular las resoluciones o establecer metas a alcanzar en nuestra vida personal y profesional para el nuevo año, las cuales deben tener como única finalidad la de conducirnos a ser mejores personas. No debe realizarse con liviandad o solo como algo para tranquilizar la conciencia, hecho así es poco provechoso y llegará a producir un sentimiento de frustración. Llevados por las emociones de fin de año, podemos caer en utopías y crear propósitos imposibles y recordemos que no nos planteamos objetivos para demostrar algo a alguien ni para competir con la humanidad, los construimos, porque consideramos que son necesarios para nosotros mismos.
Una resolución no es un acto de nigromancia o de magia, de hecho es todo lo contrario, los proyectos de inicio de año demandan una planeación y disciplina constante, mientras que lo otro no son más que una práctica mística y escueta carente de algún compromiso serio. Nuestras resoluciones deben contemplar lo que hemos identificado que es necesario construir en nuestras vidas como una columna que contribuya al fortalecimiento personal.
Parafraseando a C.S. Lewis, nunca es demasiado tarde para establecer un nuevo objetivo, o para tener un nuevo sueño, entonces, hay que hacerse a las velas y conducirlas hasta el horizonte para dar un nuevo rumbo a nuestra embarcación, animémonos a navegar en esta aventura que es la vida. Mañana será el primer día del resto de nuestra vida. Feliz Año Nuevo. Dios y Patria.
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