La ancianidad en las culturas primitivas significaba respeto y poder. Al no existir la escritura, los abuelos transmitían su conocimiento por intermedio de la tradición oral, convirtiéndose así en la memoria viviente de las comunidades. Desde la Grecia Clásica las personas mayores contaban con gran prestigio y consideración, al igual que en la sociedad hebrea, de acuerdo al texto veterotestamentario, los patriarcas eran objeto de veneración y consulta.

Entre 2015 y 2050, el porcentaje de los habitantes del planeta mayores de 60 años se duplicará, pasando del 12% al 22% de la población, en la actualidad nos acompañan 125 millones de personas con 80 años o más, para 2050 serán 434 millones de ellas en todo el mundo (OMS, 2015). El índice de envejecimiento de la población, hoy es mucho más rápida que en el pasado.

En Colombia se tiene una esperanza de vida de 74 años y ampliándose a 20 anualidades más a partir de los 60 años de edad. En 2013, la población mayor (60 y más años de edad) era de 4.962.491 (10% del total de la población). Para el 2020 se proyecta un crecimiento de la población mayor en un 3,7%.

El envejecer (senectus) en nuestro territorio, se caracteriza por la transición en la reducción de la tasa de fecundidad, un incremento de la población en edad de trabajar y una disminución de la población infantil. Consecuencia del control de la natalidad y la depreciación de la morbilidad y mortalidad en los últimos 50 años. Es así, que en el país desde 1951 y hasta un futuro próximo en 2020, el índice de envejecimiento se cuadruplicará, al pasar de 12 a 49 personas de 60 años o más por cada 100 menores de 15 años, lo cual plantea un reto para el manejo social de ellas.

Se requiere con urgencia una acción de toda la ciudadanía y sus instituciones con respecto al envejecimiento de la población. Es necesario plantear cambios fundamentales, no solo en lo que hacemos, sino en la forma misma en que concebimos el envejecimiento. Habrá que crear, sistemas integrales de atención a largo plazo con respuestas coordinadas de muchos sectores y de varios niveles del Estado.

Recordemos que la vida del hombre sigue un ciclo como la naturaleza: en la primavera florece los años de infancia y juventud; en el verano se vigoriza con la madurez y la lucha por dominar la fuerza del universo; en el otoño el ser comienza a declinar; y en el invierno proclama el final de los años, pero al mismo tiempo anticipa el advenimiento de una nueva primavera y el resurgimiento de una vitalidad palpitante. El fruto que surge del ciclo es el conocimiento y la experiencia, la cual no se encuentra ni en las enciclopedias ni en la información web actual. Ellos, sabios que han usado lo aprendido para el bien y el provecho de la humanidad, manteniendo una dignidad incólume que les hace merecedor de la admiración de todos.

Publicada en: https://www.cronicadelquindio.com/opinion/opinion/senectus

PorJimmy Bedoya

Coronel(r) con más de 30 años de experiencia en seguridad pública, liderazgo, capital humano y control interno.