En medio de burlas despiadadas, intolerancia, violencia verbal y sentimientos negativos, encontramos un mundo que los humanos hemos creado. La educación en valores se ha marchitado, el civismo y las buenas maneras que en el pasado eran acciones cotidianas, hoy son impensables.
Existe cierta involución social: el concepto de familia como núcleo formador ha cambiado, las personas adultas se encuentran sobrecargadas de obligaciones laborales, sumado a una cultura del consumismo exacerbado, y la permisividad por parte de las redes sociales, son elementos que han deformado las conductas colectivas. Influyendo en la transformación del hombre en una condición no muy distinta a la de un animal salvaje.
La mayoría de veces el ser humano, sin distingo de raza, sexo o edad, expresa sus necesidades, miedos y deseos con reacciones agresivas. Sin embargo, la violencia no es una respuesta connatural a su esencia, sino más bien una expresión errónea de sentimientos insatisfechos.
Es el momento histórico, para que cada uno de nosotros comencemos a revertir la situación y para obtener el mundo con el que soñamos, debemos implementar una educación social para atenuar dichos comportamientos y vivir una experiencia constante en la superación de las vicisitudes.
El ejercicio de vivir es una lucha constante para ser útil y servir a los semejantes, superando el deseo de reconocimiento popular
Para ser una buena persona, se debe partir de la premisa que lo primero a realizar es la búsqueda de la integralidad individual, algo que debe practicarse en todos los ámbitos de las actuaciones sociales: en las jornadas laborales, en el hogar, con nuestros seres queridos y desde luego con todos aquellos con quienes compartimos un espacio en el planeta. Además, complementado con un esfuerzo particular, estando siempre dispuestos al sacrificio y al servicio de la sociedad.
Es muy valioso para el crecimiento personal, aceptar las recomendaciones y escuchar a quienes tienen más experiencia, reinventándose todos los días. Mejorar como individuos, toma tiempo, pero más que tiempo, requiere actitud.
No se trata de ser perfectos, siempre hay cosas por cambiar. Los seres humanos erramos, pero quedarnos en el lamento nos estancará aún más, la clave está en levantarse y aprender de las equivocaciones, así se evolucionará. El ejercicio de vivir es una lucha constante para ser útil y servir a los semejantes, superando el deseo de reconocimiento popular. Nunca seremos felices si no logramos antes ser más bondadosos.
Es perentoria la educación desde la infancia para que la agresividad no sea la base de la comunicación, para que pueda ser sustituida por el diálogo, la expresión de sentimientos, la mediación y el consenso con el objetivo de reducir el sufrimiento en el mundo. Como lo indicaba Savater, filósofo español: “Nacemos humanos pero eso no basta: Tenemos también que llegar a serlo”.
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