Existe una relación entre la condición del lugar en el que se habita y la seguridad. Un proceso de urbanismo con una visión miope de ciudad, incide en una mala planificación, con proyectos aislados y con enfoques que no están adaptados a las condiciones locales, impulsados por instituciones sin credibilidad, sin ninguna supervisión y altos niveles de corrupción; generando sitios con bajo alumbrado público, espacios comunes de baja calidad, infraestructura deficitaria, calles sin pavimentar y edificios abandonados. Ello facilita que los habitantes experimenten miedo por la posibilidad de ser víctimas de actividades delictivas.
En ese sentido, las conductas punibles ligadas con un espacio físico en deterioro avanzado en el que se movilizan las personas producen una sensación de “olvido” en el territorio, incrementando la percepción de inseguridad; lo cual impide que se practique de manera natural las actividades sociales.
Las comunidades generan entonces cambios en su forma de vivir y en la manera en que interactúan con la ciudad, las personas se esconden en sus hogares, evitan el uso del transporte público y se restringen al punto de no enfrentar lugares carentes de mantenimiento.
La experiencia ha demostrado que crear procesos de urbanización bien desarrollados es una manera eficiente para transformar vidas y recuperar la seguridad de la ciudad.
Entre otras situaciones el crimen disuade la inversión interna, el turismo y agiliza la migración de ciudadanos capacitados, afectando el desarrollo económico, tecnológico, científico y cultural en la ciudad.
A pesar de la importancia del tema, no se usa la planificación urbana para reducir la marginalidad hasta los años sesenta del siglo XX, en donde la ciudad busca la seguridad de sus habitantes, de forma objetiva en la prevención en sí del delito y de forma subjetiva en el incremento de la percepción de seguridad; mediante la prevención de la violencia a través del mejoramiento urbano, como un conjunto de principios de seguridad que se emplea en el proceso de modernización de la urbe y en concordancia con los planteamientos de la prevención del delito mediante el diseño ambiental o del entorno.
Herramientas que permiten la intervención sobre ambientes vulnerables, mejora la gestión en la ciudad y crea un sentido de pertenencia e identidad entre la comunidad, revitalizando las áreas degradadas en el planeamiento urbano para reducir la delincuencia y jugando un papel primordial en la prevención del crimen, teniendo como centro de interés los bienes comunes (recursos naturales, la salud pública, la seguridad) y el desarrollo de activos urbanos adecuados (espacio público, infraestructura, vivienda digna).
La experiencia ha demostrado que crear procesos de urbanización bien desarrollados es una manera eficiente para transformar vidas y recuperar la seguridad de la ciudad.
Publicada en: https://www.cronicadelquindio.com/opinion/opinion/urbanismo-menos-crimen