¡Valor y calma frente el peligro!

La sensación de miedo nunca descansa a lo largo de nuestra existencia y en esta época de crisis incrementa su constante acoso. Miedos que mutan en función de la cultura y de los tiempos, sirviendo para crear protección y ayudándonos a sobrevivir ante las adversidades que presenta el entorno. Hemos sufrido como especie en el proceso de la evolución el ataque de especies animales, catástrofes naturales e incluso la violencia de nuestros congéneres.

Aprender a interactuar con los peligros presentados es una fortaleza, para entender que no hay nada en la vida a lo que se le deba temer, es la oportunidad de sentir menos miedo a los cambios estructurales que se originan en la vida.

El historiador francés Jean Delumeau, nos orienta sobre la esencia para comprender los miedos actuales, a través de su libro “El miedo en Occidente”, en donde cita ejemplos acerca de la perfidia con la que el hombre ha usado esta emoción. Temores que van desde el miedo a seres demoniacos, a las plagas mortales y a las mismas pandemias, incluso a las catástrofes naturales y a la percepción de hostigamiento por la desconfianza, el temor o el repudio a las personas desconocidas. El miedo en el ser humano crea división, expresa lo peor de los individuos, por que busca lo que nos diferencia e ignora lo que nos une.

Parafraseando la carta de Maquiavelo a Francisco Vettori, reflexionamos sobre la profesión del uniformado de policía, quien después de su labor, en la oscuridad regresa tarde a casa, se despoja de su armadura verde oliva, cubierta de polvo y se cobija con el ropaje de sus seres amados.

Por esa razón, los integrantes de la Policía Nacional dejan atrás los miedos, llevan a Colombia en sus venas. Es el amigo que olvida el dolor, el frío, la soledad, la indiferencia; convencidos que en la vida lo más sublime es la oportunidad de servir con alegría y solidaridad, para proteger a todos aquellos que desde su silencio lo anhelan.

Ser policía es como lo reza el Código de Ética Policial, tener “valor y calma frente al peligro”, para poseer la serenidad y refugiarnos en la mirada de cada ciudadano, vislumbrando que en ningún momento será en vano exaltar la grandeza de ser policía mediante el sacrificio supremo, dar la vida por el Otro. No tememos al dolor, porque en el andar firme de la Institución: la guía es Dios y el servicio es para la Patria.

Parafraseando la carta de Maquiavelo a Francisco Vettori, reflexionamos sobre la profesión del uniformado de policía, quien después de su labor, en la oscuridad regresa tarde a casa, se despoja de su armadura verde oliva, cubierta de polvo y se cobija con el ropaje de sus seres amados. En el seno del hogar se nutre del alimento del amor, por el cual ha nacido y por el cual muere.

Se prepara para la siguiente jornada con generosidad olvidando todos los problemas, sin lamentarse por las dificultades, sin temor a la muerte y con ansias de entregarse por completo. Acrecentándose en el altruismo, la compasión y las acciones para el bien común. Al final, siempre existirá esperanza que esta vicisitud conducirá a un país mejor.

PorJimmy Bedoya

Coronel(r) con más de 30 años de experiencia en seguridad pública, liderazgo, capital humano y control interno.