En la Universidad de Stanford finalizando la década de 1960, el profesor Philip Zimbardo realizó un experimento de psicología social, dejando dos autos idénticos abandonados en la calle, uno en el Bronx, zona vulnerable y violenta de Nueva York y el otro en Palo Alto, un sector próspero y tranquilo de California.
Como resultado se obtuvo que el auto abandonado en el Bronx comenzó a ser desvalijado en pocas horas. Le hurtaron las llantas, las sillas, los espejos y hasta la radio. Todo lo utilizable se lo llevaron, y lo que no, lo destruyeron. En cambio, el coche parqueado en Palo Alto se mantuvo intacto.
Sin embargo, el experimento no terminaba ahí. Cuando el auto abandonado en el Bronx ya estaba deshecho y el de Palo Alto llevaba una semana impecable, los investigadores le rompieron un vidrio. Entonces el robo y la violencia produjeron el mismo resultado que en el vehículo ubicado en el Bronx.
Con lo anterior años después se construyó la “Teoría de las Ventanas Rotas” por parte de James Wilson y George Kelling, entendida como una teoría acerca del contagio de las conductas incívicas, misma que desde un punto de vista criminológico concluye que el delito es superior en las zonas donde la desidia y la bazofia, sumado a la anarquía y el maltrato son mayores.
Evidentemente es un tema de interés de la psicología humana y de las relaciones sociales. Si se quiebra un vidrio de una ventana de una casa y nadie lo repara, muy pronto estarán rotos todos los demás. Si un entorno exhibe signos de menoscabo y esto no le importa a nadie y adicionalmente si se presentan comportamientos contrarios a la convivencia (arrojar basuras, dañar bienes públicos o no reparar inmuebles que ofrezcan peligro, entre otros) y los mismos no son sancionados, se transmitirá una idea de quebranto, de apatía, de despreocupación; entonces se van eliminando códigos de convivencia presentándose faltas mayores y luego delitos.
Esta es una hipótesis de la descomposición de la sociedad actual referente a la ausencia de apego a los valores universales, a la falta de respeto de la ciudadanía entre sí y hacia las autoridades, la corrupción en todos los niveles, el deterioro de la educación y formación de cultura ciudadana.
La respuesta a este problema la tenemos todos. Recordando a Inmanuel Kant quien manifestó que se debe obrar solo de la forma en que se pueda desear que la acción máxima de la vida se convierta en una ley universal, debemos comenzar a reparar las “ventanas” en nuestro hogar, se trata de crear comunidades incólumes, ordenadas, respetuosas de la ley y de los códigos básicos de la convivencia humana, pero sobre todo educar en valores desde el hogar a nuestros hijos, con la finalidad que ellos y sus hijos vean algún día, un nuevo mundo, un mundo sin ventanas rotas.
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