Nunca en la historia de la humanidad fue tan significativo el concepto de ciudad, como el espacio multicultural de mayor crecimiento demográfico, donde convergen las diferentes formas de conflicto. La violencia en las ciudades tiene en la actualidad proporciones similares, a las peores pandemias vividas a lo largo de la evolución humana.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) manifiesta que poseer una tasa de 10 o más homicidios por cada 100 mil habitantes es característico de una violencia endémica. Latinoamérica es la región que presenta la mayor tasa de homicidios en el mundo (25), triplica el promedio mundial (6) y es 10 veces más alta que las registradas en otras zonas del globo, como Europa, el este asiático y Oceanía.
Se considera la violencia urbana como un asunto de salud pública, por las diferentes manifestaciones de riesgo “no delictuales” acontecidas en la sociedad, como la exposición a la violencia doméstica durante la niñez, el elevado grado de desigualdad, los sistemas de enseñanza débiles y la falta de oportunidades, entre muchos otros indicadores sociales.
De la misma manera, las deficiencias de la ciudad en asuntos relacionados con el transporte público, los espacios anómicos, infraestructura mal planeada, inexistencia de vivienda digna y falta de gobernanza se asocian a la violencia, aportando al surgimiento de uno de los peores fenómenos existentes: el sicariato.
Debemos hacernos una serie de preguntas para desentrañar el concepto de violencia urbana. ¿Cómo deber ser el tratamiento de esta clase de violencia, con políticas urbanas, con políticas de seguridad ciudadana o con una formula de ambas?
Una violencia endémica se traduce en menos productividad, bajos resultados en materia de salud y elevados costos del crimen, los cuales en muchos países representan hasta el 10 % del PIB, y tienen consecuencias negativas a largo plazo en materia de desarrollo social, económico y en sostenibilidad. Sin embargo, la violencia se puede prevenir con compromisos a largo plazo y un conjunto de políticas coherentes al entorno.
Con formulaciones basadas en datos obtenidos mediante investigaciones acerca del problema, con proyectos de prevención de la violencia e iniciativas destinadas de forma puntual a los jóvenes en situación de alto riesgo -por ser los más afectados-, con articulación multisectorial y focalización.
Debemos hacernos una serie de preguntas para desentrañar el concepto de violencia urbana. ¿Cómo deber ser el tratamiento de esta clase de violencia, con políticas urbanas, con políticas de seguridad ciudadana o con una formula de ambas? Se debe analizar sobre las conductas no delictuales que incrementan la violencia: ¿es esta exteriorización netamente urbana?, ¿es la ciudad el escenario preferido para el accionar violento, por las características del territorio?, entonces, siendo la ciudad el lugar donde se concentra la mayor densidad de homogeneidad y es el centro de generación de disputas y contradicciones ¿es la violencia una representación urbana del imaginario social?